domingo, 12 de enero de 2014

Las cosas de la Vida (parte nueve) (o como decía el soneto: ese lindo y sordo sexo de un abril)

una vez, me enamore de una artista, ella dibujaba y pintaba, se reía mucho, fumábamos casi con la misma frecuencia, y cuando hablábamos, hasta altas horas de la madrugada, para desembocar en el sexo fino, amable, tierno, deseoso de ella como artista y yo como medio literato, medio poeta, medio lector, medio autor, medio todo, en verdad, por que nunca logre consolidarme en algo, me quede en el limbo de la melancolía sin salir de ningún universo del pasado, siempre recorriendo con humo y esfuerzo las aventuras diarias de la vida, chocando con las olas del pasado y revolcándome en el barro de ningún lugar, por que jamas fui a otro lugar, me quede en santiago, siempre en santiago, en fin, la cosa es que hablábamos mucho, nos confesábamos, nos reíamos, nos burlábamos y nos llorábamos, nos gastábamos cada uno su cajetilla de 20, era inconsciente, como que siempre la recuerdo con el humo que sale de mi boca, como cuando ella respiraba mi exhalación y decía que olía rico y se revolcaba en mi pecho.
bebíamos, o mas bien, ella bebía y yo la acompañaba, cerveza o vodka con energética, o cerveza, o jugo en la mañana y café en la tarde y matecito en la noche cuando llovía.
ella toda una artista, hasta su boca parecía obra de arte, sus manitos medianamente grandes cuando pintaba le tiritaban, despacio, como con nerviosismo, ponía la música fuerte y yo la miraba, leía y la miraba, me acostaba y la miraba, siempre la miraba, me gustaba mirarla, mucho, como obra de arte la miraba, como canción la miraba, como poema la miraba, como pasado la miraba, como con amor, al parecer la miraba.
solo una cosa envidiaba de ella, el resto lo amaba, lo amaba y no quería amarla, por que me daba miedo, el miedo siempre me mata, por eso estoy solo, absurdamente solo e hipocritamente solo, por que nadie nunca esta tan solo, a lo que me refiero, es que solo en el sentido de no tener nada serie, a solo ser un turista en tu mundo, un globo de helio en órbita y en salida de tu planeta cerebro, cerebro en mano mano en corazón corazón en poema poema en cuerpo.
envidiaba que cuando ella hacia su arte, lo hacia para liberarse, para escapar del mundo mismo, del mundo azul cielo y del mundo rojo sangre. del mundo negro silueta y negro pasión y negro como la vida y negro como el pasado melancólico que me arroja a la nada.
eso era todo, ella dibujaba con la música fuerte para escapar y encontrarse con si misma, yo escribía, escribo y escribiré para no morir en la nada, escribo como medio de testamento del hombre inmortal, como cronista sin memoria, como periodista de siglo 21, escribía para no morir (alguien lo dijo, no fui yo, no se quien cresta fue, pero me gustaría haberlo escrito yo, quedaría mejor, o quizás, es el ego quien habla).
un día, para amarla de otra forma, le escribí un soneto, y quería que ella no lo leyera, quería yo leérselo, así que la desnude, despacio, tome la tempera que había en un estante, tome el azul, y le transcribí el soneto entre su cuello y su pelvis, soneto que se perdió, o que ligeramente se perdió, por que yo creo que aun esta en mi cabeza, en alguna parte esperando salir, y también creo que estará en el cuerpo de ella, esperando encontrarme, y lo se, lo se no por que lo precienta, lo se por que esta frente a mi, fortuitamente frente a mi, mirándome, y yo la miro, a través del vidrio, y ella se levanta, y sale del local, esta lloviendo y su cara se ve hermosa, y la lluvia nos descascara los corazones y la artista y el universo incompleto no formado del medio artista medio humano medio nada medio todo, se les desarma, y se vuelven a encontrar y se miran y se lloran, y todo queda, queda todo, menos los ojos café con forma de sol.

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