miércoles, 29 de abril de 2015

Bendito Seas

Si tuviera los ojos cerrados no sabría cuál es el objeto que choca contra mi lengua y mi paladar, un objeto frío y con sabor a metal, pero los parpados los tengo pegados a la frente, y observo todo, desde el cañón, recorriendo el camino hacia una mano fina, pálida, hasta ver un rostro llorando y chillando palabras, dudando de sí misma. Más atrás, sobre su hombro, otro rostro, cubierto por una sabana, de piel pálida y pelo oscuro, gritando con la misma intensidad, pero con rabia, con los ojos fijos sobre mi rostro, enraizada al piso exclamando que debo morir.
El comienzo, confuso como la infancia, nuestras familias eran evangélicas, y sus padres murieron un par de semanas después de presentarnos, nos anunciaron que nos casaríamos cuando tuviéramos la mayoría de edad, así que pasamos cada segundo de nuestros primeros años juntos, éramos inseparables, pero el viaje al sur cambio todo. Eran las vacaciones de verano y mis padres decidieron mostrarnos una iglesia en el sur de castro, en Chiloé, donde según lo que nos contaron, dios había mandado una señal, trizando el rostro de la virgen por la mitad, demostrando su falsa imagen, al principio no entendíamos mucho, en verdad no entendíamos absolutamente nada, pero en aquella iglesia comenzó nuestro romance verdadero.
La iglesia era entera de madera, con un suelo que crujía de forma pausada, estaba vacía, pero abierta, teníamos acceso a todo, y como nunca habíamos pisado una iglesia católica, nuestra infante curiosidad nos llevó a los rincones más extraños de esta. Hacía frío y estábamos registrando el lugar donde guardan las hostias, cuando mi papá nos llama y nos muestra la virgen. El amor fue instantáneo, su imagen nos maravilló tanto que ambos comenzamos a llorar, sus ojos nos transmitían un calor insoportable, su tez blanquecina nos irradiaba una ternura vomitiva y nos lamentábamos que estuviera trizada a la mitad, “hijos, no adoren jamás la imagen falsa de esa mujer”, decía mi papá mientras nosotros sin poder contener los sollozos nos abrazábamos, estirábamos nuestras manitos hacia ella y tratábamos de tocarla.
El resto no interesa mucho, basta con decir que mi padre y mi madre tuvieron que sacarnos a rastras de la iglesia, y luego en la cabaña nos llovieron golpes, golpes que no nos dolieron absolutamente nada, golpes que más bien reforzaron nuestro amor a la virgen.
Nos escapábamos después de clases para ir a ver a la virgen, y hasta compramos una chiquitita de yeso, a la que le conversábamos en la noche. No eran  palabras sordas, un día nos dimos cuenta, después de que el director nos sorprendió escondidos en el baño, hablándole a la virgen, y le pedimos a ella que por favor nos salvara de lo que se venía: el director no alcanzo a llegar a su oficina cuando le dio un paro cardíaco, fue ahí cuando empezamos a escucharla.
Al comienzo fueron peticiones fáciles de llevar a cabo, comernos una biblia, golpear a los sacrílegos que no creían en ella, ese tipo de cosas. Pero luego todo se tornó más complicado, asesinar al pastor de mi iglesia, asesinar a mis padres, quemar la iglesia, secuestrar a unos mormones y torturarlos, tareas que llevábamos a cabo con planes que mi compañera ideaba en base a lo que la virgen le contaba, los cuales yo ejecutaba. Éramos la familia perfecta.
Con mi compañera nos habíamos vuelto un bello matrimonio, incondicional, dormíamos juntos, nos besábamos a escondidas , por que la virgen nos decía que hacíamos mal, que la carnalidad era mala para nuestras almas, y que nosotros debíamos alcanzar el cielo con lo que ella nos decía, con lo que ella nos mandaba y nos mostraba. Pero nuestro amor era incomprensiblemente más salvaje, no podíamos dejar de mirarnos, aunque eso implicara dejar a María de lado.
Hicimos el amor un 16 de julio de 1996, luego de quemar una iglesia evangélica en las cercanías del cerro alegre en Valparaíso. De ahí en adelante María no nos dejaba tranquilos, nos prohibió estar cerca, nos alejaba contando cosas privadas para cada uno, secretos celestiales que nos abrirían las puertas del infierno, nuestro amor era grande, pero el miedo hacia la virgen era mayor. Nuestra relación de amor y miedo hacia María nos llevó a una distancia toxica, asfixiante.
Pasaron los meses y en noviembre, mientras preparábamos las cosas para estallar la catedral evangélica de Santiago, mi esposa confeso que estaba embarazada, frente a mí, frente a María, llorando, apretándose el vientre, recogiéndose en sí misma, como queriendo introducirse en su propio cuerpo y desaparecer. La virgen se volvió histérica, la trato de puta, de pecadora, le dijo que pasaría sus días en el infierno, y apuntándome con el dedo me dijo: “tú la condenaste, tú mismo te condenaste a los abismos del infierno.”
El último plan se llevó a cabo el 25 de diciembre de 1996. Llegamos a casa a recostarnos felices, caminamos tomados de las manos mientras un estruendo brillante nos cubría la espalda, le bese la frente y le acaricie el vientre, sabíamos que a pesar de todo la virgen nos dejaría entrar al cielo, “te amo” pronunció, un poco asustada. Lloré de alegría.
María nos esperaba en el mismo rincón brillante de la casa, el único lugar con luz en toda la edificación, nos sentamos a hablarle, pero no parecía tan conforme como nosotros, le dijo a mi esposa que era momento, que debíamos entrar al cielo a descansar, a vivir por la eternidad bajo el ala de Dios. Entonces ella se levantó, y de detrás de la virgen sacó el revólver, cuyo cañón tengo en mi boca. María chillaba que disparara contra mí, mi esposa no podía, la noche era magnifica, el agujero en el techo me permitía ver la estrella polar, me permitía ver a Dios mismo esperándome. Ambas gritaban, una diciendo que dispare pronto, la otra diciendo que no podía, que su amor era tan grande como ella, que su amor hacia mí era incluso más grande que dios, entonces, retirado el cañón de entre mis dientes, le sonreí, le dije que lo hiciera, que el paraíso nos esperaba, que no dudara de la virgen, que somos una familia perfecta. Silencio.


Solo queda Reir

Mírese al espejo, piense en sus actos, no llore, no sea ridículo. Yo sé que es estúpido, no se preocupe, no es malo, su vida probablemente es un asco, lo sé, todos los que han entrado están igual, le insisto en que no llore, no se ridiculice más de lo que esta, asuma su estupidez, viva conforme, como todos los demás, sin fastidiar, sin volverse un hito de internet, sin desanimarse a la vida, está siempre trae cosas buenas, se lo digo para que no se mate, eso le trae problemas a los otros, es un trámite engorroso, nadie va a querer vestirlo señor, y le insisto, DEJE DE LLORAR, NO SEA MARICON

Bulto

Cuando la última de mis huella deje de existir, cuando atraviese un valle de muertos con el olvido enraizado en mis pies, y me detenga sobre el bulto conocido, riendo observare mi cuerpo, frío, humeante, silencioso, aullando una risa enferma, desesperada, triste, lograre comprender que el objetivo último de mi vida está realizado. Cuando esté ausente de toda existencia, alejado de todos los rostros dactilares en mi cerebro, estaré yo, rodeado de árboles secos, comprendiendo que mi cuerpo, al igual que una estrella a punto de estallar, seco sobre la laguna de mi cerebro, repitiendo una y otra vez los nombres de quienes olvide, y ellos no sabrán que ese era el objetivo único, olvidarse para ser olvidado. entonces, ausente de todo rastro mental que pude crear, nadie recordara esta existencia, en medio del universo, congelándose, una estrella enana a punto de estallar para formar una nueva galaxia, ese día será el de mi muerte.