Siento
el peso de los muertos y huelo la sangre del indio. Recorro el metro y veo sus
cadáveres hechos polvo, se me incrustan en la piel como vidrio molido, y veo
esta europeización sangrante, envuelta de tinieblas por un ideal imperialista
inexistente, burdo, imposible de llevar sobre los hombros de los miles que no
ven la sangre del asfalto. Me da asco Santiago y su ceguera, me da asco la
moneda blanca y brillante al sol, que con los ojos cerrados gobierna las
cenizas de su destrucción, porque esta ciudad se creó sobre cenizas, sobre
cadáveres. Sube por la cumbre mi chile triste, mi gente triste y el llanto
indio que me quema, te veo a ti espíritu de la tierra, herida de amor hecha
montañas. El cerro la ballena es un grito de pena de mi pueblo extinto.
Olvídate de Europa y mírate al espejo, porque en tu sangre corre la sangre pura
de la cordillera, la nieve que se te espesa en los pulmones, la respiración y
la palabra muerta que te cala las vértebras. Las nebulosas son el corazón de mi
patria sucia, los corazones de las fronteras inventadas, del mar indómito que
es el mismo mar de sangre que me dejó Santiago en su aurora azulada. Y este
valle de flores bordado no son más que los huesos roídos y florecidos de mi
pueblo muerto. Acuchíllate santiaguino y vuélvete la muerte de los ríos, de mi
prado, de mi tierra del fuego que me canta en idiomas inentendibles para el
pecho de piedra que destruyó esta real américa, esta américa verde y dividida,
la selva brillante y espesa. Álzate como fénix al sol y vuélvete serpiente con
alas y te ruego piedad, por esta ceguera que me consume, que me hace sangrar
lagrimas desde la frente hasta las raíces, sálvame de esta pena y de esta
sangre seca que aúlla mi sueño. El tiempo no existe en este valle de lágrimas,
ni en estas cabezas gachas que lo miran todo, ¿es que acaso no ves mi llanto ni
escuchas mis gritos de dolor al verme caminar?
¿No
ves acaso las manos que te tocan los pies? Tu ignorancia es la sordera de tu c
h i, tu roja estrella de nieve no es más que el disfraz de américa del norte. Te
vomitaría las entrañas en honor a tu vida, y ni las monedas de cien pesos te
hacen justicia. Perdóname sangre inca por olvidarte, perdóname selk'nam por
hacer de tu existencia un zoológico humano que se exhibe en el metro, tus
líneas dibujadas son mi manto estrellado, y mi cuerpo no es más que la pena
dejada en estas rocas por tu llanto pescador.
Esta
herida abierta es la misma que le abrieron a mi tierra, si no me cobras el aire
seguiré respirando odio, seguiré oliendo la pena del Maipo, de las islas del
sur, de la mercancía rapa nui, no me mires gringuito lindo que tu perfume de
turista me da arcadas. Te sacrificaría a los dioses para mostrarte la compasión
que siento por ti. No le tomes fotos a mi cielo, ni a mis nubes, te regalo los
monumentos falsos, los héroes podridos de la patria, de esta patria muerta, de
este cuarto de patria que se queda en los fosos comunes, no te mereces nada mi
chile chile lindo, lindo como el agua sucia del Mapocho.
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