viernes, 22 de julio de 2016

Experimento numero cinco (Sangrante al sol)

Siento el peso de los muertos y huelo la sangre del indio. Recorro el metro y veo sus cadáveres hechos polvo, se me incrustan en la piel como vidrio molido, y veo esta europeización sangrante, envuelta de tinieblas por un ideal imperialista inexistente, burdo, imposible de llevar sobre los hombros de los miles que no ven la sangre del asfalto. Me da asco Santiago y su ceguera, me da asco la moneda blanca y brillante al sol, que con los ojos cerrados gobierna las cenizas de su destrucción, porque esta ciudad se creó sobre cenizas, sobre cadáveres. Sube por la cumbre mi chile triste, mi gente triste y el llanto indio que me quema, te veo a ti espíritu de la tierra, herida de amor hecha montañas. El cerro la ballena es un grito de pena de mi pueblo extinto. Olvídate de Europa y mírate al espejo, porque en tu sangre corre la sangre pura de la cordillera, la nieve que se te espesa en los pulmones, la respiración y la palabra muerta que te cala las vértebras. Las nebulosas son el corazón de mi patria sucia, los corazones de las fronteras inventadas, del mar indómito que es el mismo mar de sangre que me dejó Santiago en su aurora azulada. Y este valle de flores bordado no son más que los huesos roídos y florecidos de mi pueblo muerto. Acuchíllate santiaguino y vuélvete la muerte de los ríos, de mi prado, de mi tierra del fuego que me canta en idiomas inentendibles para el pecho de piedra que destruyó esta real américa, esta américa verde y dividida, la selva brillante y espesa. Álzate como fénix al sol y vuélvete serpiente con alas y te ruego piedad, por esta ceguera que me consume, que me hace sangrar lagrimas desde la frente hasta las raíces, sálvame de esta pena y de esta sangre seca que aúlla mi sueño. El tiempo no existe en este valle de lágrimas, ni en estas cabezas gachas que lo miran todo, ¿es que acaso no ves mi llanto ni escuchas mis gritos de dolor al verme caminar?
¿No ves acaso las manos que te tocan los pies? Tu ignorancia es la sordera de tu c h i, tu roja estrella de nieve no es más que el disfraz de américa del norte. Te vomitaría las entrañas en honor a tu vida, y ni las monedas de cien pesos te hacen justicia. Perdóname sangre inca por olvidarte, perdóname selk'nam por hacer de tu existencia un zoológico humano que se exhibe en el metro, tus líneas dibujadas son mi manto estrellado, y mi cuerpo no es más que la pena dejada en estas rocas por tu llanto pescador.

Esta herida abierta es la misma que le abrieron a mi tierra, si no me cobras el aire seguiré respirando odio, seguiré oliendo la pena del Maipo, de las islas del sur, de la mercancía rapa nui, no me mires gringuito lindo que tu perfume de turista me da arcadas. Te sacrificaría a los dioses para mostrarte la compasión que siento por ti. No le tomes fotos a mi cielo, ni a mis nubes, te regalo los monumentos falsos, los héroes podridos de la patria, de esta patria muerta, de este cuarto de patria que se queda en los fosos comunes, no te mereces nada mi chile chile lindo, lindo como el agua sucia del Mapocho. 

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