Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado
entre lluvia y gente y otoño, esperando que el Nissan rojo se asome por el portón,
es día lunes e inauguran el casino de la ciudad, yo espero eternamente a que
entren por la puerta.
Me tomo las pastillas, o al menos eso parece, no miro a
nadie cuando entran, hasta que por una fuerza emotiva y nerviosa en mi estómago,
giro la cabeza con alegría, los miro, los miraba, porque ahora, después de
meses, después de años del accidente, no los puedo mirar, y los sigo esperando.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado
entre lluvia y gente y otoño, esperando que él llegue por mí en el Nissan rojo
que recién compro, ya tenemos 3, 3 pequeños humanos nacidos de nuestro cuerpo.
Pero eso ya pasó, pasara, no existe, yo estuve en el Nissan, siempre en el Nissan
rojo, en la lluvia, hacia el restaurant, en el futuro, en lo que aún no pasa.
Voy a verlos con frecuencia, me acompaña la melancolía de
sus memorias, de esas melancolías que pasan cuando pierdes a alguien, me demoro
dos horas en ese laberinto subterráneo, me cuesta salir de ahí, me cuesta
llegar a casa, con sus cosas, cuesta estar en casa, más de lo que debería.
Me sirvo y me servía ron en un vaso, en su vaso. Los
recuerdo una y otra y otra vez, y esos recuerdos son como un revolver en mi
nuca o una soga en el cuello, una soga que se aprieta lentamente, ellos están
conmigo, conmigo y sin mí, en los pétalos del cementerio, ellos vienen en el polen,
en la tierra, en los gusanos del jardín, en las moscas, en el aire.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado
entre lluvia y gente y otoño, buscando explicaciones, explicaciones en la
muerte, una excusa. Porque la verdad de las cosas es que la muerte me encontró
a mí, yo la llame a ella y ella vino a buscarme, aquí en la ventana, aquí
esperándolos. La muerte tiene cara conocida, la muerte es el Nissan, el ron, el
cigarro y la ventana.
Un paseo al casino no siempre termina mal, pero esa vez termino mal, todo por que quise
quedarme más de la cuenta, ellos se fueron a comer, comieron muerte por que jamás
llegaron al restaurant al que iban. Me debían recoger, yo los miraba por la
ventana del segundo piso, esperando el Nissan rojo, esperándolos a ellos en el Nissan
rojo. No sé quién tuvo la culpa y en verdad eso no importa, el quien mato a
quien no tiene importancia, las lágrimas se derramaron y no volverán a crecer.
La lluvia, siempre la lluvia rociando mi reflejo, mojando a la gente que camina
con sus paraguas y su cordura, esparciendo su aroma húmedo en la vereda, en los
autos, en el Nissan, en las tumbas.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado
entre lluvia y gente y otoño, esperando el Nissan rojo asomarse por el portón,
es día lunes y aquí tocan visitas, visitas que no tengo, por eso no me despego,
por eso no dejo jamás, jamás de mirar por la ventana.
Mi corazón late, a mi cráneo lo atraviesan un millon de
escenas sobre el casino, sobre ellos. Los del Nissan no me dejan y yo no quiero
dejarlos, así que miro por la ventana abierta, miro desde el quinto piso hacia
el suelo.
-por la ventana se observa un Nissan rojo
Buenísimo!!!!!
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