martes, 13 de mayo de 2014

Recurrencia Temporal

Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, esperando que el Nissan rojo se asome por el portón, es día lunes e inauguran el casino de la ciudad, yo espero eternamente a que entren por la puerta.
Me tomo las pastillas, o al menos eso parece, no miro a nadie cuando entran, hasta que por una fuerza emotiva y nerviosa en mi estómago, giro la cabeza con alegría, los miro, los miraba, porque ahora, después de meses, después de años del accidente, no los puedo mirar, y los sigo esperando.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, esperando que él llegue por mí en el Nissan rojo que recién compro, ya tenemos 3, 3 pequeños humanos nacidos de nuestro cuerpo. Pero eso ya pasó, pasara, no existe, yo estuve en el Nissan, siempre en el Nissan rojo, en la lluvia, hacia el restaurant, en el futuro, en lo que aún no pasa.
Voy a verlos con frecuencia, me acompaña la melancolía de sus memorias, de esas melancolías que pasan cuando pierdes a alguien, me demoro dos horas en ese laberinto subterráneo, me cuesta salir de ahí, me cuesta llegar a casa, con sus cosas, cuesta estar en casa, más de lo que debería.
Me sirvo y me servía ron en un vaso, en su vaso. Los recuerdo una y otra y otra vez, y esos recuerdos son como un revolver en mi nuca o una soga en el cuello, una soga que se aprieta lentamente, ellos están conmigo, conmigo y sin mí, en los pétalos del cementerio, ellos vienen en el polen, en la tierra, en los gusanos del jardín, en las moscas, en el aire.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, buscando explicaciones, explicaciones en la muerte, una excusa. Porque la verdad de las cosas es que la muerte me encontró a mí, yo la llame a ella y ella vino a buscarme, aquí en la ventana, aquí esperándolos. La muerte tiene cara conocida, la muerte es el Nissan, el ron, el cigarro y la ventana.
Un paseo al casino no siempre termina mal, pero  esa vez termino mal, todo por que quise quedarme más de la cuenta, ellos se fueron a comer, comieron muerte por que jamás llegaron al restaurant al que iban. Me debían recoger, yo los miraba por la ventana del segundo piso, esperando el Nissan rojo, esperándolos a ellos en el Nissan rojo. No sé quién tuvo la culpa y en verdad eso no importa, el quien mato a quien no tiene importancia, las lágrimas se derramaron y no volverán a crecer. La lluvia, siempre la lluvia rociando mi reflejo, mojando a la gente que camina con sus paraguas y su cordura, esparciendo su aroma húmedo en la vereda, en los autos, en el Nissan, en las tumbas.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, esperando el Nissan rojo asomarse por el portón, es día lunes y aquí tocan visitas, visitas que no tengo, por eso no me despego, por eso no dejo jamás, jamás de mirar por la ventana.
Mi corazón late, a mi cráneo lo atraviesan un millon de escenas sobre el casino, sobre ellos. Los del Nissan no me dejan y yo no quiero dejarlos, así que miro por la ventana abierta, miro desde el quinto piso hacia el suelo.

-por la ventana se observa un Nissan rojo 

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