Balance. De eso se trata todo. A mí siempre me llamo la
atención el cómo se verían los animalitos tiernos por dentro, y debo decir, que
por dentro no son tan tiernos. Esa era mi manía, despellejar gatitos o perritos
(por que los pájaros son muy pequeños y es difícil echarles mano), ver cómo
eran por dentro, porque los libros de biología jamás me enseñaron mucho y yo
quería saber más.
Mi hermano en cambio, le gustaba golpear, siempre metido con
mujeres diferentes, con las que se acostaba, yo lo sabía, de pura casualidad,
porque su pieza estaba al lado de la mía, las golpeaba y se acostaba con ellas,
no siempre en ese orden, pero era eso lo que ocurría.
Mi mamá veía teleseries, pensaba que estaba en una de esas,
y yo lo sabía porque vez que llamaban por teléfono se emocionaba
inconteniblemente, pensaba que era un policía o que se yo. Su vida no era un
drama, mucho menos una aventura, por eso veía teleseries, por eso se imaginaba
ser la protagonista, y soñaba con que la fuera a buscar el Marco Antonio del
supermercado para casarse con ella, y llevársela lejos de nosotros. Por
supuesto eso no pasaba, lo que pasaba era que la llamaban para ofrecerle
ofertas de cualquier cosa. Eso a mi papá lo volvía loco.
Mi papá, a él siempre le gustaba dar paseos nocturnos en su
auto, pero como digo, la cosa era el balance, las peleas a propósito que debía
provocar para mantener la estabilidad en esta casa, como lograba meter el auto
de mi papá al fondo del garaje y luego los dos otros autos, el mío y el de mi
hermano, además, debía esconder las llaves, porque si no, su metal no
funcionaba, como digo, era cosa de balance.
Todos sabíamos que hacia cada uno, la nana, incluso, a veces
me pedía un poquito de sangre del gato o perro que había despellejado en la
tarde para agregarla en la sopa, eso le encantaba a mi mamá y a mi hermano, a
mi papá no tanto, pero igual tenía su gracia.
A mi mamá le desenchufaba la tele, o hacia que se cortara la
luz, eso la ponía molesta sobre todo cuando el protagonista de la teleserie iba
a besar a la otra protagonista. Balance. A veces llamaba por celular a la
polola de mi hermano, y le decía que yo era la real polola de él y que la
estaba engañando, pasaba lo lógico, ella se enojaba y le hacía escena de celos,
él se enojaba y la golpeaba, puñetazo limpio, luego le decía que la amaba, todo
solucionado. Mi hermano era habilidoso en ese sentido, sabia donde golpear y
con qué fuerza para no dejar marcas, para que no lo descubrieran, aunque a
veces se pasaba y más de una vez tuvimos que esconder un cuerpo por ahí en
algún lugar, a veces en la playa, otras en medio de la carretera, eso me
fascinaba, le daba emoción, y al termino era momento nuestro, no tirábamos y
nos fumábamos un cigarrito loco en medio de la nada, desnudos, con el motor
encendido.
Llegábamos luego para dejar los autos en la posición
correcta, todo para que se mantuviera el balance en la casa.
Balance. De eso se trata todo. Mi papá pensaba que no
sabíamos nada, pero nosotros sabíamos todo, desde la velocidad a la que andaba
hasta la persona a la que había asestado el golpe mortal.
Eso salía en el diario, y mi papá tenía que cambiar llantas,
limpiar la sangre y arreglar la abolladura. Yo le revisaba el auto por si se le
olvidaba algo.
No puedo decir que mi madre era santa, a ella le gustaba
echarle un poquito de veneno al tecito de las amigas, era choro ver cómo le
echaba gotita a gotita, todos los días, y las viejas se morían después de meses
o un año, así se mantenía la familia, ese era el balance que yo debía mantener.
Recuerdo que con mi hermano rompíamos las muñequitas que yo tenía,
le sacábamos los brazos, la cabeza, les cortábamos el pelo y hacíamos una obra
de arte de lo más bonita. Luego de eso, en la noche, mi papá venía a mi pieza y
mi mamá iba a la pieza de mi hermano, era la mejor hora del día, donde ellos
nos manoseaban y nosotros aparentábamos no gozar. Luego ya más grandes, nos tomábamos
el whisky de mi papá cuando mi mamá salía a ver al Marco Antonio al súper.
Nunca se dieron cuenta, o quizás sí, pero no les importaba. La cosa, es que nos
emborrachábamos y nos tirábamos alocadamente, ahí mismos en el sillón, o en la
alfombra o en el patio. La nana miraba, pero no le importaba mucho. Ahí yo no sabía del balance.
Después me di cuenta, que mi familia no era la misma si
nadie creaba el estrés necesario para que todos actuaran como debían, mi mamá
no veía teleseries, mi papá no salía en auto y mi hermano no se peleaba con
nadie. Ahí tome las riendas, ahí maquine formas y formas para que mi familia
siguiera siendo la familia llena de amor que debía ser. Por eso le cortaba la
luz a mi mamá, le escondía las llaves a mi papá, llamaba a las pololas de mi
hermano, le daba el ingrediente secreto de la sopa a la nana.
Los problemas comenzaron a la par con las investigaciones
policiales sobre el maniático del auto, como salía en el diario o en las
noticias, pésimo nombre para aquel que me procreo, el asuntos, es que padre no
pudo salir de casa por las noches, debió gastar intencionalmente las llantas para
que parecieran viejas, y como una cosa lleva a la otra, el estrés comenzaba a
fatigar.
El balance no lo era todo, creo entenderlo.
El marco Antonio se terminó casando y se fue a vivir al sur,
madre callo aún más en los tragos, dejo de invitar a sus amigas a la casa y
después de la teleserie, pasaba horas llorando, como ella lloraba, mi hermano
dejo de llevar a sus pololas a la casa, fue ahí cuando las cosa comenzaba a
explotar, y yo había comenzado con la disección de vagabundos.
No entiendo por qué a la policía le importan tanto si nadie
se preocupa de ellos, ignorando la incoherencia de sus actos, comenzaron a
seguirme la pista, todos lo sabían, y el gran problema fue cuando mi mamá noto
en una maleta la piel de un humano, el vómito la delato, por mucho que laves
una alfombra jamás logras quitar el olor a vomito.
Las comidas eran tensas, ya no había sangre en la comida, a
mi hermano no lograba satisfacerlo, mi madre con sus pastillas antidepresivas
en la mesa y mi padre buscando como entretenerse, jugando con el cuchillo y
mirando las llaves con desesperación.
El miércoles fue una locura, mi madre me miro sacar un
cuchillo de la cocina, se acercó y dijo: me das asco. Ella es la menos indicada
para decirlo, eso lo tenía claro, la nana presencio todo. Volví con otra piel,
ya eran 5, la última del mes. En mi casa las mentes son poderosas, y la que
considerábamos más poderos era la de la nana, ella presenciaba todo, nosotros
solo lo imaginábamos, pero ella se daba cuenta, ella lo veía, ella era parte
del balance, pero cuando llegue a casa luego de despellejar a un vagabundo de
por ahí, me encontré con mi mamá, gritando blasfemias sobre nosotros, sobre los
cuatro, era el colmo de todo esto, ya nadie aguantaba.
Sorpresivamente y para calma mía, la nana saco el hacha que
mi papá usaba en las vacaciones, y se lo enterró a mi madre mientras comíamos,
la sangre chorreaba, había visto muertos, había matado yo incluso, pero esto
superaba los límites de cualquiera de nosotros, verle los sesos a alguien te
hace creer que el balance no sirve de nada, éramos felices, lo teníamos todo,
lo éramos todo.
Ocultamos el cuerpo, obviamente, nadie sospecho nada y ya
que mi madre ya no llevaba a sus amigas, cuando llamaban, le decíamos que se
fue de viaje, que ya no volvería, que mi papá no aguanto los celos con el marco
Antonia y que los había descubierto en algún momento. Las investigaciones cesaron,
la nana se volvió la madre, y el balance se reestableció, la rutina volvía a
ser lo que debería y yo deje de matar vagabundos, me conforme con perros y
gatos, aprendí a diseccionar, y ahora tengo cinco hombres en mi pieza, para
otro son esculturas, para mí son la piel en la que obre como acto final de mi
arte.
Balance. De eso se trata todo y debemos preservarlo.
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