Me
subo al tren de las 10 para ir a trabajar. Me acuerdo de tus piernas sobre las mías,
antes que te durmieras por los pitos del verano. Me veo envuelto en una melancolía
de infancia, como cuando veía los capítulos de la cuarta temporada de 31
minutos, luego de muchos años de estar fuera de emisión. Me aprendí las canciones,
igual que cuando chico; me se los datos raros, los nombres de los que ponían
las voces y hasta de los detalles de cada títere.
Me
acuerdo también de tus dulces favoritos.
Nunca
deje de escuchar las canciones de 31 minutos.
Me
miro las manos, estáticas, tiesas, de mármol gris, "y yo sé que si logro
ser fiel a mi sueño ideal..." Tulio, Junín y Bodoque cantaron esa canción,
homenajeando al quijote. Unos diez años más adelante me leí el quijote, en la
universidad. Tú no leíste el quijote, pero te gustaba que hablara de él. Ahora,
como Anacleto, me voy al campo, al mágico campo ilusorio que está en este
rincón de mi pieza. Porque ni 31 minutos ni tu van a volver, y sin eso ya no me
sirve el aire.
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