miércoles, 18 de noviembre de 2015

Brunch

Dos hombres caminan a una distancia prudente de 78 metros, uno viene del este y el otro del sur. Los hombres recorren el desierto radioactivo, saltean escombros, esquivan cadáveres pútridos, esqueletos deformes. El cielo verde brillante les soba la cabeza, el sol a la mitad brilla en un tono rojo y amarillo.
Los hombres se encuentran en la puerta de un restorán en ruinas. Se saludan tomándose el codo. Toman asiento en la única mesa en pie.

Irupé: me gusta su abrigo de cuero de panda

Yaguatí: gracias, es usted muy amable

Irupé: ¡¿Los cumplidos le hacen sentir bien?! ¡Mesero!

Mesero: ¿Dígame?

Irupé: ¿Que va a pedir señor Yaguatí?

Yaguatí: Aun no me decido señor Irupé

Irupé: Bueno, yo quiero un gorrión con hormigas

Yaguatí: Ah en ese caso a mi deme una ensalada de vidrio con tuercas

Mesero  ¿Desean algo para beber?

Irupé: Yo quiero un vaso de aceite con grasa

Yaguatí: A mi deme jugos gástricos con esencia de uva

Mesero: Perfecto, enseguida se lo traigo

Irupé: Tienes hambre al parecer

Yaguatí: Ese es el mal del hombre, un hambre insaciable

Irupé: Si si, ahora que lo pienso, hambre y hombre tienen solo una letra de diferencia

Yaguatí: Yo y  tú tenemos varias de diferencia, pero tenemos dos en común

Irupé: ¿Dice usted entonces que las similitudes son más importantes que las diferencia?

Yaguatí: Digo que los cadáveres exhalan perfume

Irupé: Yo digo pues que el hombre es el hambre así como tú eres a la muerte

Yaguatí: Ahí vienen nuestro platos, ¿ahora qué?

Irupé: Ahora dispara y démosle fin al absurdo

Yaguatí: No puedo disparar, tengo una venda en el brazo

Irupé: Cédeme los honores entonces

Yaguatí: Magnum y fin

Irupé: Fin


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