miércoles, 27 de noviembre de 2013

Las cosas de la vida (parte 4) (o si gusta: volarse los sesos)

llegue aproximadamente a las 12 de la noche, encendí un cigarrillo, con el cuerpo cansado, atravesé el marco del cuadro hasta llegar al balcón, observe con cuidado a todo el que pasaba a esa hora, sonó la puerta, las luces que ya empezaban a molestar mi visión periférica, me quitaron las ganas de disfrutar el cigarro tranquilo, tome la billetera que descansaba sobre la mesa, saque dinero, y empuje la perilla fría hacia mi cuerpo, la mujer traía mis rols de sushi, recibió el dinero y busco en el bolsillo, que campaneo con un sonido fino cuando ella metió la mano para buscar el vuelto, tenia un gorro negro, una polera negra con un logo verde y letras de no se que país, sus pantalones negros ajustados, llenos de monedas con el suficiente espacio para sonar, formaban un bulto casi indiferente a mi vista concentrada, sus ojos eran azules, tan azules que brillaban, la linea negra que bordeaba su acuosa iris era tan negra y gruesa que resaltaba aun mas sus ojos. entonces recordé una prostituta que contrate durante mucho tiempo, cruel momento el comparar tan bella mujer que yacía en mi puerta y hacer que recordara a una prostituta casi tan hermosa como su sencillez. entonces recordé momentos, recordé moteles y conversaciones, caricias y respiraciones aceleradas, sonrisas y risotada que por un momento se volvieron físicas y chocaron con mis paredes. recibí el dinero, sonreí, cerré la puerta, casi sin sonido cerré la puerta, me recosté en la alfombra, cerré los ojos, y comencé a recordar.
ella tenia el pelo rojo, casi encandilante, tenia las manos suaves y una uñas que brillaban, la primera vez la vi cuando volvía en auto a casa, cuando tenia auto y volvía a casa en el, me detuve y se subió, suspiro y miro al suelo, en todo el viaje jamas dejo de mirar el suelo, sus tacones eran altos, y su vestidito negro hacia resaltar su blancura. llegamos al motel y nos dieron un cuarto pequeño, tenia un baño y un mueblecito firme donde deje todas mis cosas, incluyendo llaves y un celular apagado. ella se saco los tacones, iba a dejar caer el vestido y la detuve, le dije que quería desvestirla, en verdad tenia muchas ganas de desvestirla, tranquila y cuidadosamente. me puse a su espalda y tome el cierre, lo baje haciéndolo sonar, despacio, casi cayendo por su propio y pequeño peso, acariciándole los hombros le comencé a bajar el vestido lentamente, deslice mis manos por sus brazos, no llevaba sostenes, y su ropa interior era negra y medianamente traslucida, se la quite con cuidado, me puse frente a ella y le vi el rostro, le vi los pechos y sus piernas, le acaricie la mejilla y le tome la mano, la lleve a la ducha y me quite la ropa, el agua salio caliente, nos metimos en ella y no dejo que la besara, el agua que caía como lluvia sobre mi cabeza hizo que me relajara, que cayera en el casi insomnio del momento, le tome la cintura y estuvimos ahí un buen rato.
ya recostados en la cama con dos toallas en el suelo, le acaricie el cuerpo, lo bese como su fuera almíbar, el acto comenzó rato después, sin ruidos mas que nuestra respiración.
nos quedamos toda la noche, abrazados, la edad ya no la recuerdo, ni la de ella ni la mía, no vale la pena recordarla, seria como gatillarce los sesos. la busque al otro día, en medio de la laguna nocturna en la que se vuelven las calles de santiago, la busque a la semana siguiente, un mismo miércoles en que la vi la primera vez, sonrió al verme, y subió en el momento exacto en que me detuve, esa vez fuimos a mi departamento, esa vez no me dejo tocarla.
estábamos en la misma alfombra que me abriga en este momento y se recostó sobre mi brazo, puso música, y lloro, dijo: jamas me habían tocado de esa forma. reí casi por nerviosismo, conversamos, conversamos mucho, casi toda la noche, a base de café, mate y llantos y risas. vuelve mañana, dijo.
esas cosas no pasan, nunca pasan, pero paso, o al menos quise que pasara, deseaba que sucediera, a estas alturas ya no se que paso realmente y que no paso, la cosa es que volví, y ella volvió a subir, esa vez me beso, esa vez se quedo todo el día siguiente.
así siguió el tiempo, necesitandola, queriendo sabérmela de memoria, jamas menciono su nombre y jamas pregunto el mio, no es necesario, dijo. y aunque tuviese razón y no fuese necesario, quería saberlo, pronunciarlo, sentir como escarbaba por mi garganta, me gustaba su cuello, me escondía en su cuello, nos abrazábamos y reíamos, supe de su vida, supe de ella, y de mi, como si conocer a una mujer fuera conocerme a mi mismo, eso me desagradaba, me molestaba mucho, sentía necesitarla.
no se si sera algo mas que un encuentro casual, deje de verla el mismo día en que no pude pasar por ella, llegue tarde, justo cuando ella subió a otro automóvil, 5 minutos crean caos, 5 minutos derrumban situaciones únicas, oportunidades que no merecen ser desechadas, nunca supe que hacia con los otros hombres solitarios que cruzaban los ríos negros en los que ella esperaba, creo que ir una vez mas no me haría mal, creo que este palpitar de las paredes, que este sonido al quemar el cigarrillo es demasiado para mi cuerpo, espero saber su nombre algún día, espero que jamas haya salido por aquella puerta.

2 comentarios:

  1. Me gusta leerte cuando te echo de menos

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    1. es bueno leer esto, si supiera quien lo dice, podria hacer algo al respecto

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