martes, 14 de octubre de 2014

Remanente

tronaba el mar
el rompeolas eran sillas
y las estrellas escenarios
únicos visitantes del espectáculo
una silueta abandonada
un cactus sobre una piedra en el horizonte
las huellas en la arena
la briza salada
las colillas de alfombra
la conversación infinita
el vino en caja     frío

el sol por la ventana
entraba por mis parpados
como balas de resaca
le brillaba el hombro
el maquillaje corrido
la ducha tibia
el sartén hirviendo
avispas en la sandía
el bosque y su silencio
nosotros y el ruido
la risa
la radio
el mar

Domingo

oscilaciones respiraciones
automatizaciones y decisiones,
vivencias historiograficas
dentro de botellas de vino
añejado en roble 15 años
-brindemos?
nubes crispadas
cielo color cepia
almuerzo inmobil
fotografía y mesa te club
gritos, columpio y risas
otoño sureño
olor a pan tostado
leche caliente,
pijama rojo
-soy un power ranger
se ríe
3 horas en la liebre
andemos en bici?
mira los pajaritos
cantan siempre
la noche estrellada
mi ventana es un marco
no tenemos flores en el jardín
no tenemos mas domingos
tengo cigarros
podría ser peor
-no, no podría
callamos
juguetes en el ataúd
era buen cabro
ave maría
padre nuestro
padre suyo que llora
maría la que no existe
madre que que se desmaya
sonidos
-mamá que le pasó?
silencio, llanto.

Oscuridad

era una buena situación
el ruido, la bala
el olor a carne
las luces opacas
y ella en mis brazos
reposábamos en el asfalto
y la sangre corría
brillaba
brillaba el hígado
brillaba el ojo
resplandecía su sangre
la bala y su explosión atómica
fue el interruptor
encendió tu cuerpo
tus cuerdas vocales
que aullaban gritaban gemían
brillaban
balbuceaban mi nombre
eras una habitación blanca
luminosa en si misma
era una buena situación
tu brillabas mientras morias

EspejoojepsE

le temo al mundo
a la inmensidad del universo
a esas cosas incontrolables
a perderme entre los mares de gente
por eso no salgo de casa
evito la desorientación
la comunicación directa
por eso no salgo de casa
es el único lugar donde soy excepcional
donde no existe nadie mas
que las sombras
mis visitantes invisibles
que son mi pasado echo figuras
siluetas mas inmensas que el planeta
pensando en todas las posibles respuestas
las posibles decisiones
le temo el mundo

y no planeo ser parte de el.  

Un trozo de Cordura

una persona convulsionaba en el metro, un circulo de gente observaba y el resto seguía en la tumultuosa fila esperando abordar el tren, todos mirando a ese único lugar de alaridos expansivos de aquel hombre convulsionante. la sorpresa no fue el hombre, la sorpresa fue la gente, el morbo, el como observaban queriendo ayudar a aquel sujeto, algunos le apretaban los nudillos, otros le tomaban la mano y otros silbaban al guardia para que prestara ayuda, y este se abría paso entre la gente, entre los mares de cabezas curiosas que observaban, sin pestañear, al hombre convulsionante. obviamente excusas, solo excusas para ganarse un trocito de cielo, su metro cuadrado en el paraíso. me subí, sin dejar de mirar a las personas, que una vez que salimos de la estación volvían a su mundo. una señora saco un pan con lechuga y queso, asumí que estaba en dieta. como en cualquier mundo contradictorio el queso estaba de mas, las dietas son las maquinas para arruinar ánimos, y por eso, las personas necesitan echarle su pequeño trozo de caloría cuadrangular.
vuelvo al hombre, o mejor no, total, todo esto quedara en la nada.

Sed

puedo materializar la soledad en miles de vasos diferentes, cada uno con un color distintivo, con un aroma, con un rostro dibujado, puedo provocar electricidad estática con solo mirar el sol, levitar mientras camino, puedo convertirme en un volcán y exhalar humo y hacer llover, puedo beberme la soledad de diferentes maneras, tomar el vaso con un tacto distinto, puedo dormir y no despertar nunca, puedo tocar el sol con mis dedos, puedo taladrar mi memoria y ahogarla con humo, puedo masticar mi lucidez, puedo sentir el pasto crecer, recrear y rehacer las leyes de la física, puedo inventar nuevos mundos, crear galaxias, atravesar puertas dimensionales, fusionar universos, viajar entre las realidades posibles, puedo viajar a la velocidad de la luz, destruir el mundo, destruirte, comenzar una vida nueva, no tengo limites, no se cual realidad es la que respiro, pero puedo inventarme una, mas bien, ya he inventado varias, soy amigo de dios, no me cree? se lo puedo probar, puedo verle el rostro mientras lee esto, solo hay algo que no puedo hacer, no puedo tocarte, y solo hay dos posibilidades, o rompo todas las leyes y la física como la conocemos, o me resigno a no salir de la pieza.    

Papá

P
Pa
Pap
Papá
Sinónimos de transporte
De protección
De financiamiento enconómico
P de protagonista
P de gracias
Sonido sinonimamente sonriente
Rostro de buena templanza
Choreza de batalla medieval
Chofér de reyes y capitanes
Escritor callado
Un año mas para el versátil hombre que me creó de varias formas  
todos los dias
sentado bajo un ciruelo
se pregunta:
¿sabrá que la extraño?
pero no obtiene respuesta
por que ella
por que los muertos
no saben responder

100 dias

No es que no quiera salir de casa, es solo que me apesta el contacto humano, salgo solo para comprar cigarros o comida, no necesito salir para nada más. Prefiero mirar por la ventana, aunque jamás sucede nada muy espectacular, uno que otro accidente, un asalto, una pareja que se encuentra, una pareja que se separa, una pareja que no es pareja pero que, dentro de mi imaginario, debería serlo, un secreto gubernamental dentro del maletín de aquel señor, el diario de vida secreto de aquel abuelito que suele comprar manzanas en la verdulería frente a la estatua de Arturo Prat, la madre que sueña con un hijo ingeniero o doctor y el hijo que sueña con ser poeta, y probablemente no llegue a serlo, porque ser poeta, ser escritor, es morirse de hambre. Pero eso ninguno lo sabe, solo yo lo sé, porque es como si fuera un confidente del mundo, como si supiera mucho del planeta, y aun así, no pertenezco a él, no puedo hacerlo, me aterra la simple idea de tener que escuchar el llanto de alguien o que alguien escuche el mío, o mi risa, o que me vea comer, porque no hay acto más repulsivo de ver como las personas se alimentan.
Claro que como todo, nada puede durar mucho, ni la soledad de este departamento, ni mi temor, ni el de ella, ella misma, la que cruza todos los días la calle con un vestido diferente, para llegar a la plaza y fumar, mirando la nada, mirando el edificio, o a las personas.
La escucho desde que sale de su departamento, hasta que se sienta, desde que se levanta para ir a trabajar, hasta que se acuesta a dormir. Oigo como abre la puerta, como la cierra, como pone llave, como baja escalón por escalón, no toma ascensor a menos que esté con amigos, eso no pasa muy a menudo, así que desde que llegó he logrado contar 15 veces en las que ha usado el ascensor.
La miro con especial atención, curiosamente, sin poder imaginarme su vida, o al menos inventarle una, me siento bloqueado, como si con cada bocanada de humo me llevara a profundidades oceánicas de sus intestinos, como si cada vez que exhalara, me arrastrase hasta el fin del mundo, o hasta un extremo del universo.
77 días, quedan 23 para que acabe, y cada vez que intento hablarle, no se me ocurre nada. Tengo que comprar: 13 sopas instantáneas, 47 cajetillas de cigarros, 20 jugos en caja de sabor naranja, 10 barras de chocolate y 20 rollos de papel higiénico.
Salgo, tomo asiento en la única banca donde llega tanta sombra que jamás se percibe quien se sienta, un refugio, es mi departamento pero en otro lugar, el problema es que a esta hora ella baja y fuma. Quizás hoy en su vestido calipso, o en el blanco con flores primaverales, o en el rojo con un escote notorio… Pero no, es uno que no había visto. Se acerca, lentamente, mientras saca un cigarro de la cajetilla, y trata de encenderlo, me pide ayuda y no sé cómo responder. Le acerco el encendedor, me mira, se lo enciendo, se sienta.
-usted vive en el 75 ¿no? – dice mientras un rayito de sol le ilumina el muslo – yo soy del 77, ese que está enfrente del suyo, no se le ve mucho, al menos yo no lo he visto.
Lo sonrío con la incómoda sonrisa obligatoria que se merece este tipo de encuentros. Sigue fumando, no se detiene, yo tampoco, no debería, eso es nuestra conversación, solo humo en nuestro cuerpo, de adentro hacia afuera, de afuera hacia adentro, desde sus venas a las mías, desde su lápiz labial al filtro blanco, desde mi lengua, hasta mi filtro café.
-Debo irme, un gusto haber hablado con usted- media vuelta, escape. Así de simple, sin sonreír, solo girar, dar la espalda, y escapar, pero me detiene, me toma la mano. -le acompaño hasta arriba- dice con humildad, acepto. Me toma el brazo, no sé cómo reaccionar, sonreímos, dos escalones y sonreímos.
-Usted no toma ascensor ¿o sí?
-No me gusta, me gusta hacer sonar las escaleras.
Lo sabía, sabía que debía haber alguna explicación, le gusta el sonido, a mi igual, eso es lo que quiero decirle, que a mí también me gusta como hace sonar la escalera, pero ser impulsivo no es ventajoso en esta situación.
-¿No me invita un café? - Claro que sí, grito en mi interior que sí, que pase, que se quede, que me cuente de su vida, de sus vestidos. Pero solo abro la puerta.
 -Pase, siéntase cómoda, fume si quiere- y eso hace, fuma, me vacía los ceniceros, bota todo el polvillo negro a la basura y se sienta en la alfombra.
 -Dos de azúcar al café por favor, bien cargado- se lo preparo como si fuera poesía, lento, extasiado, nervioso, quiero sentarme con ella, a su lado, ahora. el agua no hierve, me prepararé un café también, ahora mismo, sí, ahora mismo me preparare un café también.
La tetera grita, yo también, sudo, me mojo la cara, agrego agua a las tazas, dos cucharadas, revuelvo ambas al mismo tiempo, la izquierda es de ella, la de color violeta, como su vestido, para que combine, para apreciarla mejor. La mía verde, como el chicle. Me siento a su lado, me sonríe, fuma y sonríe, fumo y la observo, fijamente -es usted preciosa- le digo torpemente.
Y me cuenta de todo, me cuenta que le regalan los vestidos, me cuenta que a veces ella los hace y fumamos, fumamos mucho, como si dependiéramos de ellos, como si fuera parte del ambiente, parte del aire. Y preparo más café, y la tetera echa a parir más agua, mas gritos, y así toda la noche, hasta que el silencio nos domina, y nos miramos, y le toco los muslos, le saco el vestido, le lamo los pechos, la penetro, ella gime, yo no.
Le ofrezco la cajetilla, saca dos, los enciende, me da uno. Desnudos, sobre la alfombra, fumamos, y sé que ya no hay vuelta atrás, sé que ahora, estos 23 días, mejor dicho, 22, serán largos, será difícil detenerla, no sé cómo hacerlo, no sé cómo evitarlo y yo sé que no me detendré, que no importa lo que pase a los 100 días, yo termino, y todo se va a acabar, tanto ella como yo.
4 días, misma rutina, ahora tomo nota porque se me acabó el café, lo que implica la fatal experiencia de mostrarse al mundo, de responder preguntas, de esperar el vuelto, de cruzar la calle, de respirar aire limpio.
-Yo te acompaño- lo dice poniéndose frente a la puerta, intento abrir, no me deja, la beso, se aparta, salimos, bajamos, 101 escalones, cantidad total del toc-toc proveniente de sus pies, simetría con mis latidos y mi respiración.
-Deme 13 tarros de café, por favor.
-¿Paga con tarjeta?
-Sí – la deslizo suave, ingreso la clave: 1914.
-Su tarjeta no tiene el monto suficiente
No sé qué chucha responder, no debería pasar tal cosa, salgo del local desesperado, a velocidades cósmicas - espera- dice, se devuelve y paga ella - vas a tener que aceptar que viva contigo un tiempo. Como agradecimiento digo yo-.
Conchetumadre, como chucha voy a hacer para aceptarla tanto tiempo, pensé que 4 días eran suficientes, ahora no se quiere ir, y yo me quiero ir, ahora mi casa es ajena, ahora no tengo donde escapar, yo no la quería, yo no la quería realmente aquí, a mi lado, aquí, webiandome, aquí, pagándome el café, arruinando mi miseria.
Y las noches son días, horas y horas de café, cigarros, sexo, historias. Le cuento lo que imagino, cuando todas las personas salen a sus lugares: le digo que el diario del viejo lo trae siempre porque tiene secretos de la mafia rusa, le digo que el niño que quiere ser poeta se llama Álvaro Parra y le digo que siento que todos creen que por tener el apellido “Parra” triunfarán en la vida. Le digo de todo, le digo lo que pensaba de ella y no pasa nada más, ella ya no se viste, y yo no me quito el pijama. Nos bañamos juntos, tomamos café juntos, terminamos casi al mismo tiempo y la weona no se quiere ir, que tanto se debe hacer para apestar a alguien, ¿acaso la sincronía en todo ya no basta?
-¿Por qué tienes esa puerta con llave? – dice apuntando la puerta frente al baño.
-Para matarte cuando llegue a los 100-
Se caga de la risa, y entonces me pregunto, mientras le miro los senos preciosos que tiene, ¿Qué chucha tendrá la muerte ahora que ya no asusta?, y no sé cómo explicarlo, y no sé cómo hacerme entender que ella me ama y que yo la detesto, que me robó lo único bueno que tenía en la vida. La weona se ríe en mi cara, de lo que considero único y verdaderamente cierto en esta miseria culiá que me envuelve, en esta cuenta regresiva hacia el verdadero mundo.
Despierto con asco, el humo en mi nariz, el olor de su perfume mezclado con la nube tóxica que sale de sus pulmones. Treinta minutos de ducha con agua hirviendo, salgo al balcón, trato de respirar aire limpio, se desliza el ventanal, ella sale, me abraza la espalda, me acaricia el cuello, me voltea no solo el cuerpo, la mente también y me besa, con sabor a pasta de dientes y cigarro, quedan 5 días, por eso aguanto, porque en 5 días todo termina, yo sé que terminará, ellos, los de abajo, los que pasean no lo saben, no tienen idea, pero lo sabrán.
Quedan sopas instantáneas, sobran cigarros, suficiente papel higiénico para los días que faltan, así que la beso, la penetro con violencia, con odio.
 -Debo escribir algo, tardaré, así que trata de no hacer mucho ruido-
-Como quiera- dice sin mirarme, observando la cordillera a través del ventanal, saco la llave bajo el cuadro de salvador Dalí, giro el cerrojo, abro la puerta, la cierro por dentro, tomo asiento en el escritorio, paredes blancas, con aislante de ruido. “Como quiera” sabrá que la odio, debe suponerlo, pero no se va, se queda. Acciono el mecanismo, estamos encerrados, nadie puede salir del departamento.
Escribo mi imaginario, explico por qué el viejo tiene secretos de la mafia rusa, cuento lo que pasa con el niño que quiso leer a Parra, pero no lo entendió y se quedó con Bertoni, detallo el plan de la ONU que lleva el hombre en el maletín. La teclas suenan, ella hace lo mismo cada día, a veces apoya su oído en la puerta, ahí dejo de escribir, para que piense que he muerto, jamás se acerca a la puerta de entrada, solo se asoma al balcón, y mira, y hace como que toca a las personas, ella es un Dios, un Dios con espacio limitado y que no puede tocarme.

Junto el manuscrito, lo cello en bolsa, abro la puerta, 4 am, dejo la puerta abierta, me desnudo, me baño, ella duerme, me acuesto a su lado, despierto, ella no está, entro a la habitación del manuscrito, mira el manuscrito y la Glock. La beso, la lanzo sobre el escritorio, la desnudo, gime, gime fuerte, y la miro, la observo con detalle, todo su ser, cae el manuscrito, sostengo la Glock., orgasmo, me mira, disparo, sesos en la pared, respiro con la Glock en mi boca, sonrío, disparo, paredes rojas, olor a carne quemada, silencio, solo eso. Después de los 100, el silencio con olor a carne podrida.

martes, 13 de mayo de 2014

Relaciones Familiares (actualizado)

Balance. De eso se trata todo. A mí siempre me llamo la atención el cómo se verían los animalitos tiernos por dentro, y debo decir, que por dentro no son tan tiernos. Esa era mi manía, despellejar gatitos o perritos (por que los pájaros son muy pequeños y es difícil echarles mano), ver cómo eran por dentro, porque los libros de biología jamás me enseñaron mucho y yo quería saber más.
Mi hermano en cambio, le gustaba golpear, siempre metido con mujeres diferentes, con las que se acostaba, yo lo sabía, de pura casualidad, porque su pieza estaba al lado de la mía, las golpeaba y se acostaba con ellas, no siempre en ese orden, pero era eso lo que ocurría.
Mi mamá veía teleseries, pensaba que estaba en una de esas, y yo lo sabía porque vez que llamaban por teléfono se emocionaba inconteniblemente, pensaba que era un policía o que se yo. Su vida no era un drama, mucho menos una aventura, por eso veía teleseries, por eso se imaginaba ser la protagonista, y soñaba con que la fuera a buscar el Marco Antonio del supermercado para casarse con ella, y llevársela lejos de nosotros. Por supuesto eso no pasaba, lo que pasaba era que la llamaban para ofrecerle ofertas de cualquier cosa. Eso a mi papá lo volvía loco.
Mi papá, a él siempre le gustaba dar paseos nocturnos en su auto, pero como digo, la cosa era el balance, las peleas a propósito que debía provocar para mantener la estabilidad en esta casa, como lograba meter el auto de mi papá al fondo del garaje y luego los dos otros autos, el mío y el de mi hermano, además, debía esconder las llaves, porque si no, su metal no funcionaba, como digo, era cosa de balance.
Todos sabíamos que hacia cada uno, la nana, incluso, a veces me pedía un poquito de sangre del gato o perro que había despellejado en la tarde para agregarla en la sopa, eso le encantaba a mi mamá y a mi hermano, a mi papá no tanto, pero igual tenía su gracia.
A mi mamá le desenchufaba la tele, o hacia que se cortara la luz, eso la ponía molesta sobre todo cuando el protagonista de la teleserie iba a besar a la otra protagonista. Balance. A veces llamaba por celular a la polola de mi hermano, y le decía que yo era la real polola de él y que la estaba engañando, pasaba lo lógico, ella se enojaba y le hacía escena de celos, él se enojaba y la golpeaba, puñetazo limpio, luego le decía que la amaba, todo solucionado. Mi hermano era habilidoso en ese sentido, sabia donde golpear y con qué fuerza para no dejar marcas, para que no lo descubrieran, aunque a veces se pasaba y más de una vez tuvimos que esconder un cuerpo por ahí en algún lugar, a veces en la playa, otras en medio de la carretera, eso me fascinaba, le daba emoción, y al termino era momento nuestro, no tirábamos y nos fumábamos un cigarrito loco en medio de la nada, desnudos, con el motor encendido.
Llegábamos luego para dejar los autos en la posición correcta, todo para que se mantuviera el balance en la casa.
Balance. De eso se trata todo. Mi papá pensaba que no sabíamos nada, pero nosotros sabíamos todo, desde la velocidad a la que andaba hasta la persona a la que había asestado el golpe mortal.
Eso salía en el diario, y mi papá tenía que cambiar llantas, limpiar la sangre y arreglar la abolladura. Yo le revisaba el auto por si se le olvidaba algo.
No puedo decir que mi madre era santa, a ella le gustaba echarle un poquito de veneno al tecito de las amigas, era choro ver cómo le echaba gotita a gotita, todos los días, y las viejas se morían después de meses o un año, así se mantenía la familia, ese era el balance que yo debía mantener.
Recuerdo que con mi hermano rompíamos las muñequitas que yo tenía, le sacábamos los brazos, la cabeza, les cortábamos el pelo y hacíamos una obra de arte de lo más bonita. Luego de eso, en la noche, mi papá venía a mi pieza y mi mamá iba a la pieza de mi hermano, era la mejor hora del día, donde ellos nos manoseaban y nosotros aparentábamos no gozar. Luego ya más grandes, nos tomábamos el whisky de mi papá cuando mi mamá salía a ver al Marco Antonio al súper. Nunca se dieron cuenta, o quizás sí, pero no les importaba. La cosa, es que nos emborrachábamos y nos tirábamos alocadamente, ahí mismos en el sillón, o en la alfombra o en el patio. La nana miraba, pero no le importaba mucho.  Ahí yo no sabía del balance.
Después me di cuenta, que mi familia no era la misma si nadie creaba el estrés necesario para que todos actuaran como debían, mi mamá no veía teleseries, mi papá no salía en auto y mi hermano no se peleaba con nadie. Ahí tome las riendas, ahí maquine formas y formas para que mi familia siguiera siendo la familia llena de amor que debía ser. Por eso le cortaba la luz a mi mamá, le escondía las llaves a mi papá, llamaba a las pololas de mi hermano, le daba el ingrediente secreto de la sopa a la nana.
Los problemas comenzaron a la par con las investigaciones policiales sobre el maniático del auto, como salía en el diario o en las noticias, pésimo nombre para aquel que me procreo, el asuntos, es que padre no pudo salir de casa por las noches, debió gastar intencionalmente las llantas para que parecieran viejas, y como una cosa lleva a la otra, el estrés comenzaba a fatigar.
El balance no lo era todo, creo entenderlo.
El marco Antonio se terminó casando y se fue a vivir al sur, madre callo aún más en los tragos, dejo de invitar a sus amigas a la casa y después de la teleserie, pasaba horas llorando, como ella lloraba, mi hermano dejo de llevar a sus pololas a la casa, fue ahí cuando las cosa comenzaba a explotar, y yo había comenzado con la disección de vagabundos.
No entiendo por qué a la policía le importan tanto si nadie se preocupa de ellos, ignorando la incoherencia de sus actos, comenzaron a seguirme la pista, todos lo sabían, y el gran problema fue cuando mi mamá noto en una maleta la piel de un humano, el vómito la delato, por mucho que laves una alfombra jamás logras quitar el olor a vomito.
Las comidas eran tensas, ya no había sangre en la comida, a mi hermano no lograba satisfacerlo, mi madre con sus pastillas antidepresivas en la mesa y mi padre buscando como entretenerse, jugando con el cuchillo y mirando las llaves con desesperación.
El miércoles fue una locura, mi madre me miro sacar un cuchillo de la cocina, se acercó y dijo: me das asco. Ella es la menos indicada para decirlo, eso lo tenía claro, la nana presencio todo. Volví con otra piel, ya eran 5, la última del mes. En mi casa las mentes son poderosas, y la que considerábamos más poderos era la de la nana, ella presenciaba todo, nosotros solo lo imaginábamos, pero ella se daba cuenta, ella lo veía, ella era parte del balance, pero cuando llegue a casa luego de despellejar a un vagabundo de por ahí, me encontré con mi mamá, gritando blasfemias sobre nosotros, sobre los cuatro, era el colmo de todo esto, ya nadie aguantaba.
Sorpresivamente y para calma mía, la nana saco el hacha que mi papá usaba en las vacaciones, y se lo enterró a mi madre mientras comíamos, la sangre chorreaba, había visto muertos, había matado yo incluso, pero esto superaba los límites de cualquiera de nosotros, verle los sesos a alguien te hace creer que el balance no sirve de nada, éramos felices, lo teníamos todo, lo éramos todo.
Ocultamos el cuerpo, obviamente, nadie sospecho nada y ya que mi madre ya no llevaba a sus amigas, cuando llamaban, le decíamos que se fue de viaje, que ya no volvería, que mi papá no aguanto los celos con el marco Antonia y que los había descubierto en algún momento. Las investigaciones cesaron, la nana se volvió la madre, y el balance se reestableció, la rutina volvía a ser lo que debería y yo deje de matar vagabundos, me conforme con perros y gatos, aprendí a diseccionar, y ahora tengo cinco hombres en mi pieza, para otro son esculturas, para mí son la piel en la que obre como acto final de mi arte.

Balance. De eso se trata todo y debemos preservarlo.

Recurrencia Temporal

Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, esperando que el Nissan rojo se asome por el portón, es día lunes e inauguran el casino de la ciudad, yo espero eternamente a que entren por la puerta.
Me tomo las pastillas, o al menos eso parece, no miro a nadie cuando entran, hasta que por una fuerza emotiva y nerviosa en mi estómago, giro la cabeza con alegría, los miro, los miraba, porque ahora, después de meses, después de años del accidente, no los puedo mirar, y los sigo esperando.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, esperando que él llegue por mí en el Nissan rojo que recién compro, ya tenemos 3, 3 pequeños humanos nacidos de nuestro cuerpo. Pero eso ya pasó, pasara, no existe, yo estuve en el Nissan, siempre en el Nissan rojo, en la lluvia, hacia el restaurant, en el futuro, en lo que aún no pasa.
Voy a verlos con frecuencia, me acompaña la melancolía de sus memorias, de esas melancolías que pasan cuando pierdes a alguien, me demoro dos horas en ese laberinto subterráneo, me cuesta salir de ahí, me cuesta llegar a casa, con sus cosas, cuesta estar en casa, más de lo que debería.
Me sirvo y me servía ron en un vaso, en su vaso. Los recuerdo una y otra y otra vez, y esos recuerdos son como un revolver en mi nuca o una soga en el cuello, una soga que se aprieta lentamente, ellos están conmigo, conmigo y sin mí, en los pétalos del cementerio, ellos vienen en el polen, en la tierra, en los gusanos del jardín, en las moscas, en el aire.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, buscando explicaciones, explicaciones en la muerte, una excusa. Porque la verdad de las cosas es que la muerte me encontró a mí, yo la llame a ella y ella vino a buscarme, aquí en la ventana, aquí esperándolos. La muerte tiene cara conocida, la muerte es el Nissan, el ron, el cigarro y la ventana.
Un paseo al casino no siempre termina mal, pero  esa vez termino mal, todo por que quise quedarme más de la cuenta, ellos se fueron a comer, comieron muerte por que jamás llegaron al restaurant al que iban. Me debían recoger, yo los miraba por la ventana del segundo piso, esperando el Nissan rojo, esperándolos a ellos en el Nissan rojo. No sé quién tuvo la culpa y en verdad eso no importa, el quien mato a quien no tiene importancia, las lágrimas se derramaron y no volverán a crecer. La lluvia, siempre la lluvia rociando mi reflejo, mojando a la gente que camina con sus paraguas y su cordura, esparciendo su aroma húmedo en la vereda, en los autos, en el Nissan, en las tumbas.
Y miro por la ventana absorbida por mi reflejo difuminado entre lluvia y gente y otoño, esperando el Nissan rojo asomarse por el portón, es día lunes y aquí tocan visitas, visitas que no tengo, por eso no me despego, por eso no dejo jamás, jamás de mirar por la ventana.
Mi corazón late, a mi cráneo lo atraviesan un millon de escenas sobre el casino, sobre ellos. Los del Nissan no me dejan y yo no quiero dejarlos, así que miro por la ventana abierta, miro desde el quinto piso hacia el suelo.

-por la ventana se observa un Nissan rojo 

domingo, 9 de febrero de 2014

Las cosas de la Vida (parte Diez) (o como dijo san pedro: te estaba esperando)

cumpleaños feliz, mas cerca de la muerte, como suelo pensar, mas cerca de un final común y universal, el final de la vida y el sentir que cumpliste cosas, que tu 18 años fueron los mas melancólicos de toda tu vida, y que ahora, tus 60, son los mas solitarios de esta terrenal vida, después de tanto amores, de tantas prostitutas, de tantos encuentros con el destino, algunos provocados, otros casuales, la encontré, la encontré y se fue, así de simple, ¿acaso sirve una mayor explicación?.
si algo he aprendido en la vida, es que las cosas son así, las encuentras, las tienes, si tienes suerte, las posees, por harto tiempo, o poco, depende de tu bondad, de tu corazón, y claro, de cuanto estés dispuesto a ser feliz. como dije, las cosas son así, las tienes y se van, no existe nada mas, la vida se trata de perder, de perder cosas, personas y lugares, de perder cigarros y vicios y libros y poemas, la vida consiste en llenar esos vacíos, aunque antes, cuando tenia 18, casi 19, asumí que la vida era buscar cosas, dejar de dominar sobre mi propio ser y simplemente dejarme llevar.obviamente, no funciono, las cosas que uno planea no funcionan, ni mis diálogos, ni la vida que siempre quise, cada segundo cuenta, y estoy para derrocharlos, estaba para derrocharlos, la tuve y la enterré, la poseí y se perdió en el abismo, y por mas que trate de no ser el viejus melancolicus tipo philosofus poetus tristus, no puedo escapar de mi, por que escribiendo soy quien soy, por que no puedo escapar de mi nombre, que en algunas bocas suena mejor, se ve mejor pronunciado, mejor anunciado, mejor gritado, mejor ensuciado y mejor, cualquier cosa siempre es mejor, mejor que no venga de mi, mejor no venir de mi. arrebato, ensucio, ultrajo, robo, tomo, poseo y desecho, vil ser humano ex escritor, nada mas que puedas cambiar en la vida, nada mas que puedas arreglar en tus amores, ninguna decisión que puedas, o que quieras arreglar, con los años se te fue la capacidad de llorar, y luego la capacidad de arrepentirte, mas joven perdiste la capacidad de decir la verdad, y mas viejo la capacidad de escribir.
viejo insensato has perdido toda tu vida cosas valiosas, y ahora, mas que nunca, te miras al espejo, vez tus arrugas, tus ojeras y tus ojos nublados, y te fijas que no tienes nada mas que perder, por que lo pediste todo, feliz cumpleaños viejo porfiao, viejo carismático y peculiar, fácil de saber y fácil de olvidar, viejo podrido en ti mismo y en tu mente, viejo ácido y de mal humor, te falta perder la vida, si es que te queda algo por vivir. feliz cumpleaños, el único regalo que te tengo, es la muerte, que te aguarda con calma, en las sabanas blancas.

http://www.youtube.com/watch?v=pCSziR2Iub8

domingo, 12 de enero de 2014

Las cosas de la Vida (parte nueve) (o como decía el soneto: ese lindo y sordo sexo de un abril)

una vez, me enamore de una artista, ella dibujaba y pintaba, se reía mucho, fumábamos casi con la misma frecuencia, y cuando hablábamos, hasta altas horas de la madrugada, para desembocar en el sexo fino, amable, tierno, deseoso de ella como artista y yo como medio literato, medio poeta, medio lector, medio autor, medio todo, en verdad, por que nunca logre consolidarme en algo, me quede en el limbo de la melancolía sin salir de ningún universo del pasado, siempre recorriendo con humo y esfuerzo las aventuras diarias de la vida, chocando con las olas del pasado y revolcándome en el barro de ningún lugar, por que jamas fui a otro lugar, me quede en santiago, siempre en santiago, en fin, la cosa es que hablábamos mucho, nos confesábamos, nos reíamos, nos burlábamos y nos llorábamos, nos gastábamos cada uno su cajetilla de 20, era inconsciente, como que siempre la recuerdo con el humo que sale de mi boca, como cuando ella respiraba mi exhalación y decía que olía rico y se revolcaba en mi pecho.
bebíamos, o mas bien, ella bebía y yo la acompañaba, cerveza o vodka con energética, o cerveza, o jugo en la mañana y café en la tarde y matecito en la noche cuando llovía.
ella toda una artista, hasta su boca parecía obra de arte, sus manitos medianamente grandes cuando pintaba le tiritaban, despacio, como con nerviosismo, ponía la música fuerte y yo la miraba, leía y la miraba, me acostaba y la miraba, siempre la miraba, me gustaba mirarla, mucho, como obra de arte la miraba, como canción la miraba, como poema la miraba, como pasado la miraba, como con amor, al parecer la miraba.
solo una cosa envidiaba de ella, el resto lo amaba, lo amaba y no quería amarla, por que me daba miedo, el miedo siempre me mata, por eso estoy solo, absurdamente solo e hipocritamente solo, por que nadie nunca esta tan solo, a lo que me refiero, es que solo en el sentido de no tener nada serie, a solo ser un turista en tu mundo, un globo de helio en órbita y en salida de tu planeta cerebro, cerebro en mano mano en corazón corazón en poema poema en cuerpo.
envidiaba que cuando ella hacia su arte, lo hacia para liberarse, para escapar del mundo mismo, del mundo azul cielo y del mundo rojo sangre. del mundo negro silueta y negro pasión y negro como la vida y negro como el pasado melancólico que me arroja a la nada.
eso era todo, ella dibujaba con la música fuerte para escapar y encontrarse con si misma, yo escribía, escribo y escribiré para no morir en la nada, escribo como medio de testamento del hombre inmortal, como cronista sin memoria, como periodista de siglo 21, escribía para no morir (alguien lo dijo, no fui yo, no se quien cresta fue, pero me gustaría haberlo escrito yo, quedaría mejor, o quizás, es el ego quien habla).
un día, para amarla de otra forma, le escribí un soneto, y quería que ella no lo leyera, quería yo leérselo, así que la desnude, despacio, tome la tempera que había en un estante, tome el azul, y le transcribí el soneto entre su cuello y su pelvis, soneto que se perdió, o que ligeramente se perdió, por que yo creo que aun esta en mi cabeza, en alguna parte esperando salir, y también creo que estará en el cuerpo de ella, esperando encontrarme, y lo se, lo se no por que lo precienta, lo se por que esta frente a mi, fortuitamente frente a mi, mirándome, y yo la miro, a través del vidrio, y ella se levanta, y sale del local, esta lloviendo y su cara se ve hermosa, y la lluvia nos descascara los corazones y la artista y el universo incompleto no formado del medio artista medio humano medio nada medio todo, se les desarma, y se vuelven a encontrar y se miran y se lloran, y todo queda, queda todo, menos los ojos café con forma de sol.