viernes, 27 de diciembre de 2013

las cosas de la Vida (parte ocho) (o como dijo la enterrada: su humo)

vi unos ojos color miel, hoy mientras compraba una fanta para tomar en el departamento.
esos ojos me recordaron los ojos de mi hermana, que eran mas que color miel, eran medianamente caramelo, inocentes y valerosos, como toda una exploradora y domadora de leones, una mirada que siempre me recordó a la de don quijote, mi hermana que fue el resultado de un plan fallido.
recuerdo cuando le conté por que mis padres decidieron crearla, le dije: la familia estaba en crisis, absolutamente todos se estaban separados, y como ultimo intento por hacer algo, tus papás decidieron tenerte, obviamente no funciono, eso eres tu, un plan fallido, el ultimo intento antes de perderlo todo.
no se destruyo, y me alegro que no se destruyera, lo tomo bien, me tomo la cabeza y la puso sobre sus senos, haciendo que escuchara su corazón, en ese instante llore, llore con su tamborcito de caballero latiendo en mis tímpanos, no dijo nada, solo me abrazo y yo llore como un niño, ella sabia de soledad, pero no sabia de compañía, por ende no sabia el dolor por el que yo estaba atravesando, entonces ella me abrazo solo para que yo llorara, ella entendía mi miseria, y yo la amaba por sobre todo, nos mirábamos y sabíamos que eramos invencibles, pero nadie detiene a un celopata, y nadie detiene las balas.
andábamos en bicicleta y caminábamos, me retaba por que fumaba y siempre me preguntaba el por que, aunque yo se, que ella en el fondo sabia que yo fumaba para comerme la pena, la rabia y el dolor de una soledad no elegida y de la que ya dependo. leí por ahí que tendremos la felicidad que estamos dispuestos a tener, ella siempre quiso ser feliz, lo consiguió, yo nunca quise, y por eso ella me compadecía, por que sabia de mis demonios y de como me comen mis historias, ella sabia de mi esfuerzo por protegerla y enseñarle de la vida, ser el hermano grande nunca es fácil, fui un pésimo ejemplo, pero aun así ella me quería, quizás incluso me amaba, ella me abrazaba y se me venia el universo encima, jamas llore con nadie mas que con ella, no lamento su muerte, ella estará en un lugar mejor, conquistando dragones y escalando montañas, nadando en océanos e imaginando estrellas y galaxias, inventando personajes junto a mi, inventando vidas y creando cariños y mas abrazos llorones.
la fatalidad de las tragedias, demasiadas para este cuerpo, demasiado vacío para este corazón, ella debería vivir, no yo, que hago aquí, fumando, aniquilandome por dentro, escribiendo de mi vida y recordándola e intentando no llorar de puro orgullo, de puro fracaso en la compañía y de pura pena a mi mismo, en la miseria misma necesito de sus ojos, de sus latidos de corazón, de su cabello negro y liso, de su nariz que me recordaba a la de los payasos, de su sonrisa dulce y de su olor a hermana menor, ella siempre decía: tira tu caga de humo para otra parte, por que no te quiero enterrar todabia.
al final yo fui quien la enterró, al final, el humo me hizo sentir su calor otra vez.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Las cosas de la Vida (parte siete) (dijo el que lo pensó: Sombras)

el ultimo cigarro de la noche, jamas es el ultimo cigarro de la noche, tengo tensa la memoria de tanto inventar historia, de tanto dialogo conmigo mismo, de tanto fantasear todas esas realidades extremas e improbables, aunque muchas veces, dudar del poder de la improbabilidad es un error, es precisamente eso lo que hace que la vida misma tenga sorpresas, la improbabilidad de algunos sucesos.
cuando niño, tenia una pieza pequeña y de color verde, con una ventana que no daba a ningún lugar y unas cortinas blancas con dibujitos. no tenia puerta, en ese tiempo, había una sola cortina blanca, casi transparente, mis padres, en ese entonces, tenían amigos, y no es que ahora no los tengan, pero la edad, las ocupaciones diarias, la falta de juventud que se extingue de apoco como las velas, hace que ya no los traían a casa, antes los traían seguido, se tomaban unas cervezas y comían maní con papas fritas, aveces se hacían churrascos, otras completos, otras freían ellos mismos las papas, aveces hasta un asado hacían, y bailaban, bailaban hasta tarde y escuchaban soda stereo, escuchaban sui generis y los prisioneros, avocando a esa juventud que se les iba apagando, fumaban dentro de casa y yo veía tele en su pieza, para escapar de la bulla, no hay nada mejor que dormir en la cama de los padres, creo yo.
la cosa es que cuando me daba sueño, iba a mi pieza a dormir, por que sabia que después tendría que dormir acalorado y transpirando por el calor de mis padres, ademas no me gustaba, al igual que ahora, el olor que expele la boca alcoholizada. me acostaba y no dormía, escuchaba sus conversaciones y risas, veía sombra a través de la cortina de lino, veía sombras y escuchaba voces que no podía distinguir, o por sueño o por la música o por que no quería reconocer a esas sombras, veía como se movían, como botaban la ceniza y bebían de la botella personal.
entonces yo pensaba que la vida podía ser eso, lo pensaba no tan concretamente como ahora, claro esta. pero lo pensaba de igual manera, que la vida, eran esas personas que cruzaban por fuera de mi pieza, que eran sombras, voces y conversaciones distantes y que no me incluían, sombras que, son las personas que pasan por mi vida y que uno después no recuerda. eso hasta que el poder de la improbabilidad hace que alguien corra la cortina, ahí recuerdas, ahí reconoces a un ser que marca la vida misma y dejan de ser sombras apacibles y tipo acuarela, se vuelven humanos, con rostro, ese es un temor remoto, el saber que existen rostros que no voy a olvidar.
tu ves las sombras, escuchas sus murmullos y sus movimientos indefinibles e impredecibles, sorprecibos incluso, te vuelves invisible, estar ahí como oyente de un submundo que no te corresponde, de un grupo de personas que no pisarían mas la casa por esos motivos, recuerdo sus risas, sus silencios ante lo trágico, su prudencia sabiendo que estaba yo al lado, invisible, presenciando todo su carnaval de poca juventud.
después, ya mas grande, siempre pensé que se separarían mis padres, lo esperaba ansioso, como llamando a la mala fortuna o al destino probable y lógico, no se separaron, por desgracia, hubiese sido lo mejor, estaría escribiendo de otra cosa que no sea de mi. no se separaron pero murieron, juntos, accidente automovilístico, pensé, y aun pienso, que fue lo mejor, que si no, se hubiesen separado de verdad, y que yo me hubiese visto en un lío que tanto espere, que nunca supe  y que jamas sabre como afrontar.
la cama de padres se volvió la cama mía, hasta que llegue al departamento, los ojos café con forma de sol vivieron conmigo un tiempo, pero como bien dije antes, ella ya no esta, así que no importa, lo importante son las sombras, lo importante, es que ella, los ojos de sol, jamas dejaron cerrada la cortina de lino, ella dejo la cortina abierta y ahora no hago otra cosa que pensar en todos los humanos, en todas las sombras que ya no son sombras, en esos rostros sin cuerpo y sin voz que me aquejan el santo espíritu maligno nicotinoso. la sombra que soy yo ahora, yo ahora, que no puedo mirarme en el espejo, sin poder vislumbrar mi rostro, imaginando una cara, un cuerpo, un cigarro. enciendo el cigarro, y ya no hay sombras, solo oscuridad, nada mas, como siempre, solo oscuridad y vacío.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Las cosas de la Vida (parte seis) (o como dijo el hombre en el sillón un día: el peso del frío)

una vez había escrito un poema super lindo, de esos que hasta quien lo escribió se emociona, me lo guarde en el bolsillo trasero del pantalón, con toda la intención de entregárselo a alguien, una niña se subió al metro, en Vicente Valdes, era mas o menos tarde, así que no había muchas gente, casi vacío, en realidad. la vi durante mucho rato, le vi las manos y su croquera para dibujar, tenia unas manos preciosas, llevaba lentes y un pelo casi dorado, ojos café como la madera barnizada y un collar en forma de pluma.
pensé todo el camino en entregárselo, lo tome un par de veces, lo leí, la miraba a distancia y ella miraba a través del vidrio el camino de ciudad que se nos presentaba como acuarela con lo nublado que estaba. lo imagine, imagine tomándola del brazo y dándoselo sin mucha explicación, imagine como me preguntaba que era y por que se lo había pasado, imagine como ella lo leía sola después de la casualidad creada, imagine incluso no entregárselo, imagine también que no preguntaba nada, imagine muchas cosas, muchas historias y cosas, muchos momentos y una vida entera con un ser que existe pero que jamas existió en verdad, al menos no en mi vida.
llegue a baquedano y la perdí entre la gente, no se lo entregue, así que tome el poema de mi bolsillo y lo deposite como cuerpo muerto sobre la basura, sobre el primer basurero que encontré. se perdió para siempre, sin recordar incluso que decía, lo sepulte sin epitafio y sin tumba, sin palabra ni lagrima, así no mas, como todos los amores que pasan en la vida.
después de botarlo casi intuitivamente, me pregunte por que lo hice, única respuesta: no estoy para lanzarme a mas vida, no estoy para acumular mas melancolía. por eso lo bote, para no tenerlo como el recuerdo melancólico de lo que nunca paso, así vivo, con la melancolía en el bolsillo trasero del pantalón, escapando de ella, y chocandome de frente en cada instante con sus púas agrias, con sus soles apagados y sin lunas ni estrellas que colmen el constante venir del llanto, llanto no saciado por lo demás, el llanto lo sacian los niños, a los melancólicos como yo, solo les queda pensar en el llanto, sentirlo con fuerza, sin poder huir, sin poder botar ni una sola graciosa lagrima.
llegado a casa me senté en el pasillo, mire la cama, y vi el temor que me causaba que estuviera vacía, ver que representara tanta soledad nocturna, tanta temperatura bajo cero y tanto temor por no poder salir de la cámara de frío. pienso entonces que la vida es escapar del frío y refugiarse en alguien, pero he vivido tan egoísta, tan bastardo y perdido que no se lo que es el calor, fuera del calor de verano, de los rallitos de besos que te depositan en los labios y de la respiración pasiva que se resbala como agua por tu mejilla mas cercana a la otra nariz.
el miedo a la cama, a mi mismo pensándome sin taparme, en la madrugada con pensamientos vago de alma vaga en ciudad vaga, el miedo a la cama es el miedo a perder las ganas de la vida, representa el llanto reprimido en la almohada y en las colillas, al toqueteo corporal auto flagelante, latigazos en la espalda de puro dolor, de rodillas rogando no vivir mas, y aun así, estar aquí, sin depresión, solo melancolía, nada mas queda que melancolía y una cama vacía que se burla, que se entretiene con tus gemidos y gritos que se congelan en el pecho.
la cama vacía después de verla con alguien es el vientre materno, el bunker de los abandonados a la vida y la tortura de que alguna vez, hubo alguien, alguien que ya no esta, y es la ausencia lo que pesa, la ausencia una vez que antes no había ausencia, el abrazo de los tristes y el beso de los moribundos.
pero hablar de camas vacías y de todo lo que implica no sirven e nada, podría seguir y seguir describiendo sus sabanas verdes y su cobertor blanco, pero no tiene sentido, esto no tiene sentido, me bebo el ultimo sorbo del café frío, enciendo un cigarrillo, siempre es asqueroso el primer cigarrillo, la primera humada del día, es vomito comprimido.
esa noche dormí en el sillón, al día siguiente cambie las sabanas, al año siguiente cambie la cama, a la vida siguiente la cama ya no estaba vacía, y por vida siguiente, me refiero a lo que viene después de los ojos café con forma de sol.

Silencio post mortem (primer soneto de la vida)

sus cabellos soñando los tomé
sentí sus manos con olor a mate
no quieres que te de mi gran alcance
aquellos poemas que no le mostré


en tu pecho vacío nunca entré
yo quiero que tu almibar no fracase
y que una de tus manos me desate
solo el tiempo dirá si te veré


ese lindo y sordo sexo de un abril
fue de una mujer triste y embustera
me dejo mucho tiempo en el atril


sin ganas de oler cielo primavera
con su tonta mirada juvenil
mi cuerpo para que ella no escribiera

martes, 3 de diciembre de 2013

Las cosas de la vida (parte cinco) (o como dice el autor: sin pretenciones ni nada)

comenzaron mis mayores conflictos cuando comencé a hablar con ella, obviamente no fui tan bastardo como para hacer de mis problemas algo compartido, pero si se daba cuenta y me lo mencionaba, lo que provocaba una pequeña crisis cabrona dentro de mi vida, y nacía una desesperación asquerosa al intentar solucionarla lo antes posible para que ella no saliera afectada, eso sucede cuando pones a una persona delante de ti, te vuelves estúpido, inconsciente de tus actos, te vuelves mas bastardo de lo que eras, por que al fin y al cabo, la perderás.
estaba con ella, generalmente en mi departamento, que estaba en una calle mas tranquila, una calle que no vale la pena mencionar, aparte ya no la recuerdo, el punto es que íbamos, nos besábamos, nos acostábamos en el sillón y aveces leíamos poemas de oscar hahn, una vez me leyó en ingles el cuervo, mientras de fondo sonaba una sinfonía de Bach, fue maravilloso, lo que mas recuerdo era como de nuestras tazas de café comenzaron de a poco a dejar de emanar ese vapor caliente de recién echo, esas tazas eran la victoria personal de dos café justos en medida de café y de azúcar, pero ahí quedaron, solo con un sorbo menos, mire mucho tiempo las tazas, solo por la mala costumbre de no poder mirar a los ojos, menos sus ojos que me miraban como con una especie de amor y de curiosidad y de interés para que prestara atención, me miraba seguido, linea y me miraba, yo la miraba cuando ella no me miraba, como una especie de acuerdo inexplicito mientras ocurría la lectura, ella termino de leer y seguía sonando Bach, así que la bese e hicimos el amor con música clásica de la que escuchaba y escucha mi abuelo, aveces las cosas ocurren pauteadas, otras, como los finales, ocurren así no mas, de golpe en la garganta.
lo curioso era que en ese momento yo estaba probando mis limites, todos los limites menos el de la droga y el del alcohol, por que esos limites ya los sabia gracias a cuando tenia 14 años y obtuve esas experiencias desagradables y de buen recuerdo, intente ver mis limites sentimentales, entonces al principio no quise quererla y después, a los días después, comencé a quererla mas de la cuenta, llegue al limite, y el limite era nunca acabar, entonces intente ver si era posible para mi sentir asco, asco de estar con alguien, sexualmente hablando.
entonces yo estaba insinuándome con una mujer que jamas fue mi amiga pero que pretendía que fuéramos amigos, me resulto, como todas las cosas malas me resultan, resulto mejor de lo esperado, así que teníamos sexo ocasionalmente, ella sabia de mi relación, ella sabia que nadie debía nunca saber, así que así quedo, como un secreto burdo y bastardo.
tenia sexo con ella y luego sexo con uno de mis grandes amores, así, sexo antes, amor después, o aveces amor antes, sexo después, jamas mi cuerpo se sintió sucio ni asqueado, así que seguí coqueteando mujeres que ya conocía y que en algún momento habíamos tenido encuentros amorosos, debe haber sido la época en que mas sexo tuve, y mas amor sentí, irónicamente, todo por probar mis limites, esa época también modifique la realidad (modificar la realidad es mas bonito que mentir), no solo modifique, también oculte cosas, desviándola conversación y usando mi lenguaje para hacer perder la atención al tema, mucho sexo, poco amor, mucha cosa transfuga, poca seriedad, todo un caos, y jamas sentí culpa, solo incomodidad, sentí por primera vez después de mi adolescencia, la necesidad de soledad.
entonces comencé a escapar, escapar de ella e irme a tomar a un bar, a escribir a un bar, igual que estos poetas que solo escriben con trago, me escapaba de casa, aunque me gustaba casa, y me gustaba estar con ella, pero tanto amor falso y real en el cuerpo me empezaba a marear, empece a dejar relaciones de a poco, a centrarme en ella, comencé una por una a dejar esos encuentros sexuales en cualquier lugar, esas citas a ciegas de alma y a cegarme por el alma de aquella mujer que me daba tanto amor que sofocaba, pero morir en estos casos de sofocación es aceptable, incluso, deseado.
jamas me descubrió, y siguieron dos años de tranquilidad, la culpa no se volvió parte de mi ser, quizás jamas fue parte de mi cerebro, y lo digo enserio, sin pretender parecerme a ningún personaje de un libro, seguí adelante, sin limites en ningún caso, acabaron las insinuaciones.
lo único rescatable fue el caos, sentirse perdido en muchos pechos, en muchas almohadas, hasta que llegaba a su casa, ella no me tocaba, solo miraba y preparaba el café, subía la música y me abrazaba, me rodeaba con sus brazos la cintura y apretaba fuerte, tan fuerte que me partía el espíritu, llorábamos, solo por la emoción de llorarnos, llorarnos de emoción y de otras cosas, se escondía en mi cuello y yo le olía el cabeza hasta los pulmones, le olía cada metro cuadrado de su cuerpo y me detenía en su vientre para botar mas lagrimas, la calma, la paz que ella me trasmitía, el amor que alejaba cualquier demonio de mi espalda, su lengua de jengibre raptaba mi lengua mentirosa y la robaba, me poseía de maneras inexplicables, y aun así, acabó, ella acabó conmigo y yo acabe con nada, así funciona, por desgracia, así funciona.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Las cosas de la vida (parte 4) (o si gusta: volarse los sesos)

llegue aproximadamente a las 12 de la noche, encendí un cigarrillo, con el cuerpo cansado, atravesé el marco del cuadro hasta llegar al balcón, observe con cuidado a todo el que pasaba a esa hora, sonó la puerta, las luces que ya empezaban a molestar mi visión periférica, me quitaron las ganas de disfrutar el cigarro tranquilo, tome la billetera que descansaba sobre la mesa, saque dinero, y empuje la perilla fría hacia mi cuerpo, la mujer traía mis rols de sushi, recibió el dinero y busco en el bolsillo, que campaneo con un sonido fino cuando ella metió la mano para buscar el vuelto, tenia un gorro negro, una polera negra con un logo verde y letras de no se que país, sus pantalones negros ajustados, llenos de monedas con el suficiente espacio para sonar, formaban un bulto casi indiferente a mi vista concentrada, sus ojos eran azules, tan azules que brillaban, la linea negra que bordeaba su acuosa iris era tan negra y gruesa que resaltaba aun mas sus ojos. entonces recordé una prostituta que contrate durante mucho tiempo, cruel momento el comparar tan bella mujer que yacía en mi puerta y hacer que recordara a una prostituta casi tan hermosa como su sencillez. entonces recordé momentos, recordé moteles y conversaciones, caricias y respiraciones aceleradas, sonrisas y risotada que por un momento se volvieron físicas y chocaron con mis paredes. recibí el dinero, sonreí, cerré la puerta, casi sin sonido cerré la puerta, me recosté en la alfombra, cerré los ojos, y comencé a recordar.
ella tenia el pelo rojo, casi encandilante, tenia las manos suaves y una uñas que brillaban, la primera vez la vi cuando volvía en auto a casa, cuando tenia auto y volvía a casa en el, me detuve y se subió, suspiro y miro al suelo, en todo el viaje jamas dejo de mirar el suelo, sus tacones eran altos, y su vestidito negro hacia resaltar su blancura. llegamos al motel y nos dieron un cuarto pequeño, tenia un baño y un mueblecito firme donde deje todas mis cosas, incluyendo llaves y un celular apagado. ella se saco los tacones, iba a dejar caer el vestido y la detuve, le dije que quería desvestirla, en verdad tenia muchas ganas de desvestirla, tranquila y cuidadosamente. me puse a su espalda y tome el cierre, lo baje haciéndolo sonar, despacio, casi cayendo por su propio y pequeño peso, acariciándole los hombros le comencé a bajar el vestido lentamente, deslice mis manos por sus brazos, no llevaba sostenes, y su ropa interior era negra y medianamente traslucida, se la quite con cuidado, me puse frente a ella y le vi el rostro, le vi los pechos y sus piernas, le acaricie la mejilla y le tome la mano, la lleve a la ducha y me quite la ropa, el agua salio caliente, nos metimos en ella y no dejo que la besara, el agua que caía como lluvia sobre mi cabeza hizo que me relajara, que cayera en el casi insomnio del momento, le tome la cintura y estuvimos ahí un buen rato.
ya recostados en la cama con dos toallas en el suelo, le acaricie el cuerpo, lo bese como su fuera almíbar, el acto comenzó rato después, sin ruidos mas que nuestra respiración.
nos quedamos toda la noche, abrazados, la edad ya no la recuerdo, ni la de ella ni la mía, no vale la pena recordarla, seria como gatillarce los sesos. la busque al otro día, en medio de la laguna nocturna en la que se vuelven las calles de santiago, la busque a la semana siguiente, un mismo miércoles en que la vi la primera vez, sonrió al verme, y subió en el momento exacto en que me detuve, esa vez fuimos a mi departamento, esa vez no me dejo tocarla.
estábamos en la misma alfombra que me abriga en este momento y se recostó sobre mi brazo, puso música, y lloro, dijo: jamas me habían tocado de esa forma. reí casi por nerviosismo, conversamos, conversamos mucho, casi toda la noche, a base de café, mate y llantos y risas. vuelve mañana, dijo.
esas cosas no pasan, nunca pasan, pero paso, o al menos quise que pasara, deseaba que sucediera, a estas alturas ya no se que paso realmente y que no paso, la cosa es que volví, y ella volvió a subir, esa vez me beso, esa vez se quedo todo el día siguiente.
así siguió el tiempo, necesitandola, queriendo sabérmela de memoria, jamas menciono su nombre y jamas pregunto el mio, no es necesario, dijo. y aunque tuviese razón y no fuese necesario, quería saberlo, pronunciarlo, sentir como escarbaba por mi garganta, me gustaba su cuello, me escondía en su cuello, nos abrazábamos y reíamos, supe de su vida, supe de ella, y de mi, como si conocer a una mujer fuera conocerme a mi mismo, eso me desagradaba, me molestaba mucho, sentía necesitarla.
no se si sera algo mas que un encuentro casual, deje de verla el mismo día en que no pude pasar por ella, llegue tarde, justo cuando ella subió a otro automóvil, 5 minutos crean caos, 5 minutos derrumban situaciones únicas, oportunidades que no merecen ser desechadas, nunca supe que hacia con los otros hombres solitarios que cruzaban los ríos negros en los que ella esperaba, creo que ir una vez mas no me haría mal, creo que este palpitar de las paredes, que este sonido al quemar el cigarrillo es demasiado para mi cuerpo, espero saber su nombre algún día, espero que jamas haya salido por aquella puerta.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

las cosas de la vida (parte tres) (o circunferencia vital)

los viajes siempre son tipo renovación del alma, tipo renovación del aire, tipo renovación del cuerpo; pero aveces los viajes comienzan como forma de escape, como medio para huir de la vida misma que te rodea, huir de los seres humanos con los que te envuelves.
siempre me ha gustado caminar, mentira, nunca me ha gustado caminar, menos en verano, como que caminar y las ansias por llegar a destino son mas fuertes que mi gusto por el viaje lento y alternativo que significa la caminata, como que caminar me provoca un vacío que es del tamaño entre la boca de mi estomago y mis pies, quizás por las ansias de llegar pronto, o alomejor por el tedio que significa el viaje tipo caminata.
cuando niño me gustaba caminar, casi tanto como andar en bici, caminaba sin motivos, imaginando cosas, soñando historias, en ese tiempo, claro, uno no toma conciencia de lo que significa estar solo, y aunque este aquí intentando hablar de otra cosa que no sea la soledars maligna de estos días, vuelvo al comienzo.
la relación humana, como dijo un profesor una vez, consiste en contar historias, jamas fui bueno en eso, todos contaban buenas historias y provocaba una risa coordinada entre todos los oyentes, pero mi paso por el mundo jamas fue muy agitado, jamas me pasaban cosas muy fuera de lo común, he vivido con la poca suerte de no tener emociones solitarias para contarle al resto, ni asaltos ni algo que llamase mucho la atención que fuera interesante para otros, entonces, mi relación humanistica con el entorno consistía en escuchar. a eso me dedique por hartos años, hasta que mi atención se desvío a otros ojos, no como los con forma de sol, unos ojos mucho mas tristes, pero esa es otra historia.
caminar es el rito mas particular y libidinoso, los caprichos mas extraños surgen cuando uno camina, las quejas se vuelcan en un vomito de comentarios desagradables, que muchas veces, uno no tiene el gusto de compartir con nadie que no sea uno mismo. camine un tiempo con mi hermana, tipicamente cuando volvíamos del colegio, lo cual era bastante mas agobiante que caminar alone in the street, por que ella iba varios metros mas atrás, entonces, mi cuerpo que se movía casi por inercia, cubierto por la desesperación de llegar al planeta llamado casa, no podía concentrarse algo mas que no fuera la cabeza, miraba hacia atrás, la miraba, miraba su caminar lento y gustoso, algo envidiable la verdad.
camino para pensar, caminaba para pensar, caminare para pensar mucho mas aun, sobre otras cosas, mi hermana no dejaba que mi mente funcionara por si misma, quizás por que debía estar en constante preocupación de que no le pasara nada, por eso, que caminar se volvió un ritual para mi propia soledad, siempre imaginaba cosas, guiones que hice mal, diálogos que no podía corregir, pienso que me faltaba comunicación humana, por que jamas supe como tratar con alguien, imaginaba sin descanso escenas, que en un principio era la batalla por el mundo, con super poderes y esas cosas, a tornarse diálogos, solo palabras imaginarias de cosas que pude haber dicho, pienso, ademas, que esos diálogos eran escritos, por que en persona, siempre resulte ser mas tímido, vergüenza de mis diálogos épicos, probablemente.
caminar es el viaje clandestino de los que necesitan distraerse, o enfocarse, o sentir que tiene control de algo. al no saber como lidiar con las personas, preferentemente dejaba que ellas eligieran por mi, aunque sabia el poder de mis decisiones, no sabia el poder de mis palabras, entonces, simplemente dejaba la elección de un par de seres que se querían, a que se volviera una decisión individual, entonces, cuando todo ya estaba decidido, me devolvía caminando, entrando por pasajes no conocidos, sentándome de vez en cuando en plazas jamas pisadas, comprando un dulce en almacenes que jamas volví a visitar, mirando personas que jamas podre nombrar y pensando cosas que jamas podre recuperar.
viajar es escapar, caminar es escapar y decidir, me gusta caminar, ¿a ti no?

martes, 19 de noviembre de 2013

las cosas de la vida (parte dos) (o si se prefiere, "el hogar ausente"

tipicamente la rutina empieza a comerte a estas alturas del año, tipo mes de noviembre y diciembre, todo se vuelve tedio y divagación constante, las tazas de café se vuelven sin fondo, la tele no entretiene, el ocio es lo que gobierna el corazón, la mente igual, pero no tanto, ojala fuera mas. te despiertas, te duchas, miras la cama, te recuestas, te tapas hasta el alma, te encorvas, llegas hasta el vientre de las sabanas, echo un bulto voluminosamente grande, nadie lo aprecia, y aun así, te parece una imagen altanera y llena de muchas cosas, y es que quizás eres un niño lleno de muchas cosas, lleno de sensaciones nuevas, porque eso son estos meses, muchas cosas nuevas que no tienes idea de que se tratan.
pensabas antes de mudarte a vivir solo, que la misma ausencia de personas en tu alrededor solucionaría cosas, el tiempo para ti mismo , seria lo mejor que podrías tener, ahí, solo querías estar en casa, llevarla un par de veces, tener una cama de dos plazas para una persona que aveces seria para dos personas, pero solo para una única segunda persona, querías estar en el departamento, haciendo cualquier cosa, pensabas que jamas de aburrirías, que jamas se aburrirían, pensabas.
lo que mas te gustaba era llegar a casa después de la borrachera, y recostarte sobre todas las estrellas invisibles que habían sobre aquel templo, blando, de color beige, con almohadas blancas, pensar en ella, pensar infinitamente en ella, y desear, en el fondo, que te acompañara, con el mismo olor a cerveza, con el mismo olor a cigarro fuerte mezclado con el mentolado de ella.
ansiabas todos los días llegar a casa y que ella fuera tu única compañía invisible, tu única lectura acompañada en voz alta y con aureolas de humo blanco, que se deshacían al mirarse con misterio, eso hasta que llego el aburrimiento, el tiempo cotidiano, las palabras estúpidas y comentarios sin sentidos, de esos que emiten los niños que pretenden ser adultos, y que cuando se dan cuenta que su adultes es solo pretencion, y no algo real, chocan con ellos mismos, chocan con la verdad que ellos mismos captaron, o que alguien mas les hizo captar, comentarios que, ahora pensando, jamas quise realmente emitir.
nunca querías estar afuera, no querías caminar, no querías fumar en otro lugar que no fuera tu casa, donde aveces encendías incienso con olor a cualquier cosa, o preparabas comida con sabor a da lo mismo, o fumar cigarros que muchas veces no te gustaron, pero que aun así, el echo de fumar en lo que se llamo tu hogar mas tarde, le daba cierto rito de espiritualidad a tu vida, da lo mismo donde se fumara, tirado en la alfombra o acostado en el sillón, siempre acompañado del cenicero con forma de hoja que compraste un día en buenos aires creyéndote un artista, acompañado también de la música de sigur ros o de alguno que otro cantante que ya no importa mucho.
siempre tenias las cortinas abiertas, por que no sabias a que hora te podías despertar y querer sentir el frío del invierno o el viento tibio del verano nocturno. la vista de ese ventanal era majestuosa, podías apreciar a tantas luciérnagas artificiales posadas en casas o en postes, que una vez que te levantabas, no podías no fumar en ese cuadro santiaguino que se proyectaba en tu ventana.
después de varios años, ya no querías estar mas en casa, antes querías llegar para pensar en ella, ahora todo es una buena escusa para no llegar nunca, y fumar en cualquier parte, para no pensar en ella, para no pensar en sus ojos, en sus senos, en sus piernas, en su caricia circular que maquillaba mi espalda y mi nuca.
después de varios años, vuelves a mirar el departamento vacío, y te parece que no hay silencio mas terrible que el estar solo, que el aburrirse solo, ni la música ni los libros ni el cuadro con forma de ventanal resucita los días en que no estabas en ausencia, la cama te parece un paralelepípedo de hielito seco, ya no es un vientre de sabanas, ahora son solo planchas de hojalata que no quieres tocar. caminas de vuelta a casa y entras en un hotel que esta muy cerquita, por que llegar a lo que en algún momento fue hogar y que jamas llamaste hogar, se volvió un hueco enorme.
con los días que pasan me he tornado con un sonambulismo absurdo, despierto con miedo, aveces incluso con una sensación de paz que me da asco mencionar, otra veces con un poco de alegria, por que los sueños adolescentes e infantiles se cumplen al fin y al cabo, solo que jamas se cumplen con alguien mas.
cuanto quisieras que volvieran esos ojos café con forma de sol, que volvieran a tu ser echo un desastre, y que te arreglara el flequillo alborotado que se te formaba cuando salias del ventanal a fumar. te das cuenta que extrañas, extrañar de sentirte extraño, ajeno a tu propio cuerpo, extrañas de extraviar el sonido de la cuchara golpeando la taza de café, o el olor de cuando se ceba el mate, extrañas de perder las manos que te rodeaban el antebrazo derecho, no quieres volver al departamento nunca, pero cuando vuelves, el recordar es lo que te saca sonrisitas tímidas y lamentablemente desgarradas, quisieras que volvieran los ojos café con forma de sol, pero tu eres un cuadro que nadie ve, un cuadro que solo brilla de noche.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Las cosas de la vida

las crisis siempre llegan juntas, crisis universitaria, crisis sentimental, crisis familiar, crisis de identidad, por sobretodo, de identidad. en ese entonces, mi misión era ir a lugares poco comunes a escribir poesía o a leer algún librito de huidobro o de oscar hahn, pero en ese entonces estaba solo, caminaba solo, respiraba solo, hablaba solo, leía solo, miraba solo, escribía solo, y escribía para nadie que existiera, entonces esa meta se convirtió al tiempo en otra cosa, algo diferente, algo que no tenia realmente relación con el objetivo principal. ahí no fumaba, al menos no fumaba tanto, tanto como justo ahora. tampoco escuchaba la misma música, ahí solo escuchaba metal perro y metal trash hermano zorron, picao a pantera y esas cosas que hacen los adolescentes pre jóvenes, pre amor, pre vida, pre dolor.
ir a tanto lugar poco común le daba cierto aire de misterio a mi familia, pensaban que andaba en cosas medias raras, pensaban que mi sexualidad era otra, hasta que llegaban los gritos, por que gritar cuando uno es pre todo, es lo mas normal que existe. como si fuera desesperación acumulada por no ser nada.
entonces conocí ojos café que tenían forma de sol, entonces mi lengua bailo mientras mi cuerpo tenia espasmos que circundaban en lo bonito y en lo desagradable, cambiando día a día, creciendo la nicotina y los suspiros, ahora igual hay suspiros, pero no como los de ese tiempo.
los ojos café que me acompañaron hasta la muerte jamas dejaron de traerme cierto olor, no era un olor malo, era lo mas rico que se podía oler, a veces, antes de todo, me subía a ascensores y sentía el mismo olor, y me quedaba muchos minutos sentado acordándome de cosas, pero ahora que todo es todo y que nada es cosa anterior a la vida en la que me encuentro, siento ese olor y corro a oler otra cosa, cualquier cosa, otro perfume, otra colonia, otra taza de café.
no me considero un ser humano que halla dado muchos besos en su vida, pero los di, a nadie importante en verdad, o una que otra, pero nada que merezca recuerdo y palabras, en ese entonces me dieron un beso inolvidable, de esos que marcan momentos, de esos que no se perdonan, no tenia la mejor silueta del mundo, pero a mi me gustaba, me gusta aun.
como si al igual que martín santome, mi memoria táctil fuese mejor que mi memoria visual, pero esas serian falaceas, yo me acuerdo con lujo y detalle de su figura, de todas sus cicatrices y su piel suave como las hojas de los libros.
la cosa es, que la meta se convirtió en lugares comunes, en lugares cotidianos, entonces paso por ahí a diario, escuchando otra música, con otros zapatos, con otros cuaderno y otros libros, entonces me di cuenta que no olvidaría jamas esos lugares comunes que después iban a dejar de ser comunes, ya ahora, con 40 años, recorro esos lugares, a ver si es que la pillo por ahí revoloteando o leyendo. pero eso no es importante, lo importante son los lugares comunes, los espasmos ventrilocuares que siento, las contracciones cardíacas al pasar por ahí.
el departamento esta vacío, solitario por los libros, a veces leo para no pensar, otras leo para pensar mas de la cuenta, a veces pongo a vivaldi para no escuchar el chirrido del silencio, a veces fumo, a veces tomo cafe, a veces como, a veces todo, todo a veces.
hacer las cosas a veces no es malo, tengo tanto ocio que ya no escribo, leo las cosas viejas que escribí, plagada por lugares comunes, puras almas perdidas y mugre solitaria, que, a pesar de todo, me acompaña harto, mas de lo que quisiera.
por que inmortalizar momentos y lugares y personas, sobretodo a una persona, es como crear una maquina del tiempo, como volver a la juventud, a la juventud antes de mi edad actual, antes de mis queridos 18 años con los que me encuentro
a veces una puta va a la casa, a veces tenemos sexo, a veces hablamos, como hablaba en otro tiempo, con otro ser, a veces cuando viajo a otra edad me acuerdo de los lugares poco comunes, me acuerdo de todo antes del desastre, de las perdidas de lugares que eran cotidianos.
los lugares son como posesiones impersonales, que causan cierto placer a la rutina, antes cuando joven, los lugares comunes eran asfixiantes, y por lugares comunes en este caso entiéndase como lugares que se ven todos los días, como la remembranza del intento de escape rutinario, en ese entonces y en estos entonces, habitaba y habita el displacer,  hasta que llegaron los ósculos, los ósculos que jamas se olvidaron, los ósculos de los mismos ojos café.



PD: adolescente es una palabra fea, si se le ve objetivamente el significado, adolecer que? la vida?

martes, 29 de octubre de 2013

lo ajeno

Se miraban en silencio luego de aquella narración triste sentadas en la mesa, una con una tacita de té y a otra con una tacita de café, música sinuosa y la luz de un sol de invierno se acostaba debajo de la mesa un mantelito con flores y unos cuadros en las paredes, más atrás ubicada frente a un sofá había una mesita con libros sobre ella. El sofá para no ser menos también tenía un par de libros abiertos en sus cojines –me voy- dijo la mujer tomando su bolso con lentitud y poniéndose el abrigo. Los finales de ciertas historias suelen ser medianamente inesperados, por este mismo motivo, aquella mujer que yacía de pie en la vereda de una calle, con una casa a sus espalas y mirando el infinito del suelo, con todo ese jardín de vida diminuta que danza alrededor de sus pies, sentía cómo se desprendía de su objeto querido y de algo más pensaba de manera obsesiva en como la significancia de aquello que había dejado se convirtió inesperadamente en algo más grande a lo que ella jamás espero que significara. Lo importante no es la mirada nostálgica de aquella mujer de abrigo rojo, sino el ser humano que ahora tiene lo que el ser del abrigo rojo dejo atrás.
Todo empieza cuando a cierta profesora de literatura de unos treinta y cinco años, (o al menos eso decía ella) se le ocurre invitar a sus alumnos a una fiesta para celebrar el termino de curso. En el fondo, ella no quería celebrar nada, porque sentía cierto cariño hacia las almas a quienes había formado y de paso la habían formado a ella.
Lo que quedaba del viernes pasó al supermercado a comprar cosas para servir a sus queridos invitados, siempre con la tortuosa idea de que no llegaría nadie pero, aún así, confiaba de la misma forma como solía confiar a los catorce en amores eternos, en que sus queridísimos alumnos no le fallarían.
Pasó parte de la noche entre cigarro, lectura y pensamientos mortales de una fiesta fracasada. En cómo se comportaban los jóvenes con los que ella compartió un tiempo relativamente largo como serían ellos fuera de sus clases, prosiguió con la mente en otro universo hasta que el sueño le tocó la mente y simplemente se puso a dormir sentada en el sillón, con un libro cayéndose al suelo por la falta de fuerza en la mano que lo sostenía.
A la mañana siguiente se levantó con una sensación de ansiedad incontrolable, que se vio saciada por las comidas correspondientes y el orden adecuado que se les hace a las casas cuando vienen visitas a perturbar el templo personal del hogar. Preparó las cosas y mientras se servía un vaso de agua para relajar la garganta, la puerta sonó y murmullos se escucharon cerca de la puerta. Pasaron diez jóvenes a su hogar, en fila y de a poco a medida que la profesora os saludaba con un beso en la mejilla y con un abrazo amoroso. La fiesta particularmente, fue normal. Nadie tomó más de a cuenta al menos nadie antes de que la profesora tuviese que irse.
A eso de las diez de la noche, su teléfono sonó justo cuando uno de sus alumnos había detenida la música para cambiar la canción, fue entonces cuando ella contestó y su rostro de alegría cambió por uno de preocupación maternal horrible. La llamada la hizo su madre, quién tenía la voz temblorosa por el susto y la preocupación. Ella lanzó palabras de consuelo como cuchillas por su impaciencia al ver que su madre no progresaba con el relato. La respuesta era simple: su hermano se había escapado de casa luego de pelear con su padre. Veinte minutos tardó en contarle siquiera la mitad del conflicto, los motivos no importaron ya que escuchando esto, la maestra tuvo que retirarse con toda la desconfianza que eso conlleva. Entre la espada y la pared tuvo que lanzarse al auto, dejar la copia de las llaves de casa y partir donde su madre. El resto de ese viaje ya no importa, lo que importa es la casa o más bien o que ocurre dentro de ella.
Un alumno se emborracha ligeramente, otros dos se van a hablar afuera, a lo que otros tres le siguen para fumarse un pito piola cerca de la sombra de un árbol. El resto se queda haciendo lo que sea que hacen los jóvenes en una fiesta.
Lo que nos lleva al comportamiento inusual de una joven curiosa que camina por os pasillos y habitaciones de la casa, con toda la confianza que se puede sentir en una casa ajena. Lee el título de cada libro que hay en la casa, revisa cada estante con los ojos brillosos se detiene ante un libro grueso, “Rayuela” de Julio Cortázar. Ella lo toma con vacilación, desliza su dedo índice por el lomo del libro, recorriendo cada letra que ahí se encontraba, ante tal aprecio lo toma con suavidad y lo pone bajo su chaleco. Vuelve rauda hacia su mochila donde guarda el libro, sin saber que unos ojos casuales la ven depositar rápidamente el bulto. Su compañera sospecha, sospecha tanto que esparce el rumor de que lo robó. Todo esto luego de que la fiesta terminara, luego de que a dueña de casa legase dos horas después y que a los alumnos se les había ido la mayor parte de los ojos rojos gracias a las gotas, y el borracho despachado en taxi a su casa, no importaba porque todos sabían que la humillación y burla vendrían después de eso.
Las preguntas le llueve una semana después de eso ella lo niega rotundamente. La misma cantidad que cree en su inocencia cree que es culpable. Discuten a ratos la maestra jamás lo descubre, al menos no hasta que luego de unos meses ella va a la playa y se encuentra casualmente con una alumna cualquiera.
Su viaje termina unos días después, llega a la casa, se sienta sin dejar de pensar en quién podría haber sido quien robó el libro. Qué libro habían robado y por qué motivo. Sus deducciones le apuntaban tres nombres, quien le contó el rumor no le dijo quién fue. Quizás por miedo, quizás por lealtad, quizás por falta de memoria. La cosa es que ella ya tiene sospechosos pero de uno en particular: Valeria. Pero aún sin saberlo había acertado.
No se demora mucho en las indagaciones a su cabeza vino un día de desilusión al ver el libro con gran valor que habían robado, la idea de encararla, de hacer que le dé primero los motivos o cualquier cosa que le confirme la culpa y luego encararla. Consigue  la dirección, decide visitarla sin avisar. Así puede incluso sorprenderla con el libro cerca.

El plan era perfecto, casi perfecto relativamente perfecto. Tanto así, que al día siguiente decide visitarla. Con la mente ganadora, lista para cualquier cosa, ella no sedería. Un crimen es un crimen y ella no lo iba a permitir por el solo hecho de que aquel objeto le traía un recuerdo fugaz, un recuerdo de ella un día lunes en la mañana de la lluvia más larga de ese año, comprando el libro casi por divina coincidencia. Golpea la puerta Valeria responde, abre la puerta y la hace pasar. Le sirve un té a su profesora, ella toma café. En su intento por forzar a su alumna a confesar el horrendo crimen de robar tal pieza de arte. Le pregunta por su libro favorito, pensando según su criterio qué sería la forma más rápida de llegar a tema de los libros. “Rayuela, de Cortázar” dice la joven con una mirada melancólica en la pequeña burbuja de café que estaba pegada en la pared de a taza.  Ella le cuenta cómo es que le gusta el libro, le cuenta de su abuelo, de cómo él murió en un incendio y de cómo antes del accidente le contaba algunos fragmentos del libro, también le contó de aquella vez en que su abuelo le leyó el capítulo sesenta y ocho. Le mencionó también cómo no volvió a tocar el libro luego de la tragedia.  El resto es solo la sensación derrumbada de victoria que tiene la profesora, el cómo decide irse. Se acerca a la puerta dando una última mirada a la mesa y a las dos tazas, al rostro de su alumna y a la perfecta escena de despedida, porque la profesora no solo se despide del libro y de la alumna, también deja algo sobre ella. No sabe qué es, no es algo físico, es algo solamente y si es, es. Salió de la casa con una sonrisa en el rostro, en el instante en que llegó a la vereda se cerró la puerta que reposaba tras ella, automáticamente su sonrisa se derritió, pensando en el recuerdo de aquello que jamás le significó tanto, como al ser humano al que le pertenece ahora.

jueves, 17 de octubre de 2013

motivos en cubierto

Siempre me pregunto cuál es el puto interés de los extranjeros por conocer Santiago, a mí nunca me ha gustado, de hecho lo evito, lo más que puedo, por mi no iría nunca, pero tengo la universidad, y el trabajo y todo el resto de cosas que no me dejan libertad para estar tranquilo.
Para que hablar de familia, soy el producto de un engaño, mi madre no fue la engañada, eso que quede claro, mi padre fue el que engaño, que no es lo mismo, por que cuando a una persona la engañan suele sentirse más feo aun, cuando una persona es la amante sin saberlo eso es mas feo todabia, pero mi madre sabia, lo que evita cualquier sentimiento de culpa, al final saber o no saber no importa, lo que importa es lo que jamás uno deja de ser. Un bastardo. El resto todo me sabe a mierda y me importa una mierda.
La cosa, es que mi padre me ofreció para cuidar a una tal Lucía, que es de argentina, obviamente como la familia de padre me tiene cierto recelo por ser el bastardo de todos, no querían que fuera, pero a la vez, como nadie más podía ir, terminaron de mala gana accediendo. El punto es que yo prefería llevarla a conocer Valparaíso, pero Lucía no quiso, dijo que quería conocer Santiago, sin ningún motivo en especial. ¿Cómo es que alguien quiere conocer un lugar tan feo como Santiago? Ni siquiera yo que vivo aquí lo conozco bien, así que al final, le dije que nos viéramos en la librería metales pesados, esa que queda en José miguel de la barra, en este mismo momento voy llegando, y no la veo, se supone que debería estar a las 12 aquí, aunque me surge una duda, ¿Por qué a la gente, en argentina, le ponen Lucía? Quizás para darle un simbolismo al nombre y que esa hija se sienta con las cualidades de la maga, cosas inexplicables de la vida, como que el nombre benjamín ya pasó de moda.
Yo creo que para conocer chile, debo empezar conociendo Santiago, jamás he ido a chile a pesar de que mi madre sea prima del padre de Manuel, el que me recibirá en Santiago, le pedí que me mostrara cosas linda de ahí, o al menos lo mejor de Santiago, él quería mostrarme Valparaíso, una ridiculez, el se supone que vive ahí, como es que no se le ocurre que mostrarme, como se le ocurre decir que Santiago es feo, que no lo conoce, que lo evita, vive ahí, en una pieza que arrienda, si no quería mostrarme nada mejor que no hubiese aceptado el mostrarme Santiago, espero que sea más agradable en persona, que se le haya ya ocurrido a donde llevarme, porque voy llegando y seria una verdadera desgracia jugar al azar con eso.
Entre la multitud veo una niña, de pelo castaño claro, pálida pero no tan pálida como para ser desagradable a la vista, entonces la veo preguntar cosas en los almacenes de alrededor, andar de un lado para otro, cruzar calles, la veo confundirse, y yo fumo, no dejo de fumar, hasta que pregunta en un kiosco, avanza, se para delante de la librería, se ríe, en silencio pero a la vez fuerte, mira hacia a adentro después de apagar la risa. le pego la ultima fumada al cigarro y entro con paso seguro, ahí está. Lucía. la niña en un territorio extraño, desconocido por completo a su cuerpo, a su aire, a su entorno natural, como un pez fuera del agua o un delfín en un lago, me ve entrar, su mirada me chocó con fuerza, su cabeza llegaba a mis hombros lo que hizo que mi imaginación visualizara una imagen no real de ella apoyándose en mi pecho.
Me bajé del taxi y no conocía nada, todo fue nuevo, esa sensación de estar perdida en un lugar y no poder encontrar jamás el norte, de pisar una tierra extraña y no poder asimilar la distancia de mi casa y del lugar en el que me encuentro. No encontraba la maldita librería, estuve paseándome en entre dos calles que después tuvieron nombre, las calles monjitas y merced, también, cerca de merced estaba la calle santa Lucía, como mi nombre, lo que me hiso sentir no tan extraña ni ajena a Santiago, todo es extraño cuando estás en una tierra que no conoces.
Pregunte en varias partes por la librería pensando en que alguien me diría donde estaba, pero me di cuenta que no todos conocen el lugar de su entorno, que trabajan ahí o que pasan seguido por ahí y que no ven lo que hay a su alrededor, y que una librería puede pasar desapercibida si no se la está buscando. La cosa es que pregunte en un kiosco, el viejito simpático levanto la mano y apunto sobre mis hombros y estaba a unos pasos de donde estaba yo, me pare enfrente, me reí con contención, para no parecer ridícula, mire hacia adentro y no había nadie, ósea, había alguien, pero era el que trabajaba en la librería, así que no cuenta, entre y me quede viendo algunos libros de autores que jamás había oído, y que probablemente jamás volveré a oír.
No había abierto ni un libro cuando un joven con el pelo desordenado y medianamente largo, con una pollerita verde y unos pantalones claros, entro a la librería sin siquiera mirar a los lados y se puso a mi costado derecho, tomó un libro de un tal Alejandro zambra, formas de volver a casa, se llamaba. Lo mire con detención, una mirada fría, poderosa, firme, misteriosa a ratos, y eso de a ratos lo sé porque después me di cuenta que no puede mentir, sus ojos lo delatan demasiado. Me saludo y se presentó, Manuel, saludo extendiendo la mano en mi dirección, obviamente lo omití y lo salude con un beso en la cara, Lucía, le dije, y sonreí, me miro extraño, pero no importo, total, ya había dado un paso en dirección a la puerta con la palabra vamos en forma de interrogación, sin dudar, simplemente, lo seguí.
En realidad no sabía por dónde llevarla, Santiago para mí también era un lugar extraño, pero tenía algunas ideas, llevarla al museo o al santa lucia, o al parque forestal o a plaza Italia, no sé si salir solo con ideas sea preparar una rutina de viaje, pero la cosa es que prefiero preguntarle, dejar que ella elija el lugar que quiera visitar primero y después, a fin de cuentas, se llegar a todos esos lugares que tengo en mente. El final lo tengo definido, así que en eso no hay discusión.
Me sugirió algunos lugares y yo en realidad no sabía dónde ir, así que le reclame, le pregunte si se sintió obligado a llevarme, me dijo que no, mintió, obviamente. La cosa es que decidí ir primero al museo de bellas artes, que tiene afuera una cosa negra con forma de tubo que nadie sabía realmente lo que era, a lo lejos vimos el caballo con testosterona que hay en la placita de atrás, vimos a un hombre con rasgos asiáticos que le enseñaba o simulaba enseñarles a dos persona sin rasgos asiáticos como manipular la espada que tenía en las manos, la gente lo mira un rato y luego se va, es lindo, divertido por lo demás, entramos al museo y no había nada muy interesante, salvo la exposición de Carlos faz, en la que nos quedamos mirando un buen rato las pinturas y de paso, a nosotros, cruzamos hartas miradas, fue agradable.
Eligio el museo así que caminamos en dirección norte por la calle miguel de la barra, pasamos por la parte de atrás del museo para mostrarle el caballo con exceso de músculos y al chino que siempre se pone a hacer movimientos con la espada, luego entramos, ella me hablaba y en verdad yo no tenía ganas de conversar, era mi día libre, donde no tenía la necesidad de leer las cosas que me piden en la U, yo quería descansar, así que fingí interés, le respondí todo lo que me pregunto y miramos una exposición de no sé quién, que tenía una pinturas medias raras, que no eran malas, eran agradables, un poco sombrías, pero agradables igual. Así que le pregunte por que vino a Santiago, a Chile, no me dijo, por que quizás no era relevante, aunque supongo que vino a ver familiares, o a conocer. Quizás su madre le hablo tanto de chile que se entusiasmó y quiso venir a conocer, la cosa es que estuvimos ahí en el museo, viendo pinturas de alguien que nunca había escuchado, me pregunto por qué no me gusta Santiago, no supe que responder, así que invente algo, una respuesta vaga, supo que mentí así que no es relevante mencionarlo, porque tampoco me acuerdo mucho de lo que invente, estuvimos un buen rato ahí, una hora quizás, un poco más, nos hicieron una encuesta, de cómo nos parecía el museo y esas cosas, tiene una letra linda, es zurda, y su mano cuando escribe es delicadísima, sabe tratar las letras como se deben, no como yo, que tengo la letra mas estrepitosa que existe.
Después de eso nos quedamos en la placita de atrás, hablando de la vida, de los motivos, y ahí ya no pude fingir mas, porque para entonces, ya le había agarrado cierto cariño a lo desconocido, a  presentarle el hábitat en el que me siento atrapado a diario, así que fume, fume mucho, y ella me miraba fumar, ella no fuma, así que le pregunte si le molestaba, dijo que no, no sé si mentía, no me fijo mucho en eso, así que no dejé de fumar por el tiempo que estuvimos ahí, después le pregunte donde quería ir, eligió el santa lucia, una buena elección, yo también quería mostrarle ese lugar al que fui una vez con mis padres cuando yo era chico.
Así que volvimos por miguel de la barra y caminamos hasta el cerro, a paso tranquilo, esquivando gente, ya eran como las 2 de la tarde o un poco menos, nos tomamos un jugo en un local que no recuerdo ya ni en donde quedaba ni como se llamaba, yo pedí uno de naranja y ella uno de manzana, pasamos el calor y la flojera del viaje con el juguito, subimos por las escaleras y vimos el castillo un buen rato, nos sentamos y hablamos, me pregunto por nuestro lazo familiar, le tuve que contar la historia, no por que quisiera, si no, porque me sentía acorralado con sus preguntas, con su mirada penetrante y de la que no pude escapar. Le conté de cómo mi familia me detestaba, cargando todo el odio que tenían hacia el dolor de la esposa de mi padre, en mí, en el hijo bastardo que jamás pertenecería a ningún lugar familiar. Mientras le contaba me envolvió un patetismo tremendo, un dolor que había guardado desde hacía ya artos años.
Caminamos por una calle larga y pasamos nuevamente por la librería, pero esta vez por la calle de enfrente, casi no hablamos en ese trayecto, yo miraba todo alrededor y el solo miraba hacia adelante y hacia arriba, como si en cada paso deseara el cielo, no pensé que quedara tan lejos de donde estábamos, y empecé a dudar de mi elección, pero entonces me ofreció un jugo, acepte y pedí uno de manzana, el pidió uno de naranja.
Subimos unas escaleras y vimos el castillo, era enorme, había una pileta de agua, los colores blancos y amarillo le daban cierto aire de antigüedad al castillo hidalgo, después estuvimos en el mirador, mirando hacia Santiago, aunque dijo que desde el san Cristóbal se veía mejor, estuvimos apoyados un buen tiempo, en esa especie de baranda de cemento en donde miles de personas ya se habían apoyado antes.
Ya no me contuve mas la pregunta y simplemente se la lance, sin esperar nada, ni siquiera una respuesta. El me contó todo, todo el dilema que ocurrió en su vida, por culpa de la familia que el jamás deseo, porque nunca jamás los hijos eligen a su familia, solo eligen cuando se desligaran de ella, y para eso ya hay que ser adulto. Le vi los ojos con lagrimas acumuladas, vi como se tragaba la pena, como lo inundaba el dolor y prendía los cigarrillos con la mano temblorosa, el ambiente era tenso, el calor sofocante, el tiempo corría lento y con la libertad que se le antojaba, lo mire mucho, jamás deje de mirarlo, quizás lo hice sentir incomodo, presionado, molesto, ahora ya no importa, porque ya era tarde, ya en ese punto nada importaba, pero sabía lo que se venía. Se venía un bombardeo de preguntas para las que ya estaba lista para responder. Nos gano el silencio, ya no sabíamos que hacer, el no hablaba, solo fumaba, fumaba y miraba hacia Santiago, fumaba y me miraba a los ojos.
Me besó
Lo bese
Lo bese como recurso ultimo, lo bese sin un motivo claro, lo bese solo por las ganas de hacerlo, solo para romper el silencio y la falta de reacciones humanas que se perdieron por mi pregunta, lo bese para sentir alguna emoción ya perdida del mundo misterioso. avancé, no se hacia donde, pero esperaba que me siguiera, terminó el cigarro, lo arrojo y me siguió. sin sonrisas, sin nada, el silencio ahora era diferente, el silencio era el mismo que tenían sus ojos, un silencio de ahogo, de reprimir una emoción, nada mas caminamos, caminamos hasta el metro, hasta ese punto de partida.
Me beso, sin decir nada, sin ningún motivo, quizás solo por parecer un sujeto triste, un hombre patético y solo, así que no le di más explicaciones en ese momento, no me pregunte nada porque no tenía sentido, era algo sin sentido, ella aquí en chile no tenía sentido, así que caminamos, hasta el metro universidad católica, caminamos arto, a lo largo del día, habíamos caminado mucho, sin quejarnos, pasando el calor con un par de helados y almorzando en un localcito, donde yo compre un cuarto de pollo asado con papas fritas y una Fanta y ella pidió solo papas fritas, dijo que le gustaban, así que no cuestione su elección, de hecho, se veía como una niña comiendo papas, no les hecho nada, lo que para mí era anormal, no tenían ni mayo ni kétchup ni mostaza, así que la mire, me ofreció, me negué. Llegamos ya al metro Baquedano, que ya era mi punto final, así que ya no tenía idea de donde más llevarla, solo ya no sabía qué hacer, la lleve a la placita que está ahí, esa que queda entre ramón carnicer y general Bustamante, donde esta también el café literario que no sé cómo se llama y al que nunca he entrado.
No creo haber caminado nunca tanto en argentina, me sorprende que pueda estar en silencio tantas horas, ya es fastidioso, yo miraba las estaciones del metro de Santiago y me maravillaba lo distintas que son una estación de la otra, los colores, la gente, el me conto que era una estación donde jamás veía a músicos, que era más entretenida la línea dos, llegamos a Baquedano y nos bajamos, subimos las escaleras y vimos la estatua de Manuel Rodríguez, yo la mire al menos, el solo caminaba, caminaba como si nada mas importara, como si ni el mismo importara, todo le pasa frente a los ojos como si no fuese parte del mundo, quizás por arrogancia, quizás por que no debería haber nacido nunca.
Nos sentamos en el pasto justo enfrente del costado derecho del café literario que había ahí, entonces él se echó para atrás, se acostó, cansado, yo no me acosté, pero si me senté cruzando las piernas, el fumo mas, saco cigarros, una cajetilla llena de cigarrillos. Estaba esperando las preguntas, espere casi 20 minutos las preguntas, hasta que me aburrí, y le pregunte si él no quería preguntarme nada, dijo que sí, pero que no importaba mucho, que no venia al caso ya que probablemente no nos veríamos mas, me moleste. –Sos un idiota- le dije con una sonrisa en el rostro. –Soy un bastardo- corrigió sin más. Se levanto, encendió un 3° cigarrillo y me miro a los ojos, -¿Por qué me besaste?, ¿a qué viniste?, esas fueron las preguntas, el resto, solo fueron palabras mías.
Finalmente me decidí a preguntarle, daba lo mismo si no la vería mas, daba lo mismo si ese beso me arruino la nostalgia y la vida misma como la conocía, simplemente le pregunte por que lo hiso, no supo responder, giro en torno a la pregunta un par de veces, hasta que pase a la siguiente, a la siguiente y última pregunta. ¿A qué viniste? No sé, bueno, si se; dijo.
Me conto que su madre le había hablado de chile muchas veces, de Santiago sobretodo, de cómo conoció a su esposo, de cómo paso su adolescencia, de cómo escapo de su esposo. Dijo: si, mis padres se separaron, por eso mi madre se vino a argentina, se vino embarazada a argentina, y yo me quede con un padre que no era mi padre, pero vos sabes cómo son las cosas, nada importa mucho cuando uno es niño. Me conto como vino a encontrar a su padre, y se contacto con la familia, con mi papá. Me conto como había sido su vida, las muchas veces que imagino Santiago, que se imagino perdida en Santiago, en un territorio desconocido lleno de incertidumbre y ruido, y furia, y magia invisible. Reí. Me dijo mas de su familia, de su adolescencia, me mostro una foto de cuando tenía unos 14 años, no era muy diferente, solo tenía más cara de niña y su mirada en la foto estaba mucho mas vacía, pero daba lo mismo, yo la tuve enfrente, yo le robe el siguiente beso.
La visita y el recorrido duro mucho menos de lo que yo esperaba, pero valió la pena el final del viaje, terminar ahí en el parque donde solía escribir los poemas después de clases, donde solía divagar hasta bien tarde, escuchando música, escuchando a la gente hablar, yo solo, tirado en el pasto, y ahora, yo ya no estaba solo, estaba con ella, estábamos juntos, aquí, abrazados, sin decir nada, besándonos a ratos, yo fumaba y ella miraba todos mis gestos, hasta que termino, hasta que dieron las 7 y ella tenía que irse, tenía que ir donde familia, caminamos hasta donde pasan los taxis.
No recuerdo haber tenido un mejor día, no desde que soy un bastardo, así que me despedí, con una promesa sin ser promesa de vernos otra vez.
Adiós, me dijo

Nos vemos, le respondí.

viernes, 9 de agosto de 2013

Nombre en la Memoria (A: Sophia)



Se subió a la micro sin decir ninguna palabra más, simplemente la vi marcharse entre un ruido estruendoso y mezclarse con la multitud del transporte público. Me quede hay en medio del frio paradero con un foco traspasándome la vida y con los ojos mirando al infinito de la calle vacía. Todo comenzó hace unos minutos, quizás, horas atrás, en el momento en que me subí a la micro y me senté en el único asiento vacío que existía, y que daba pie a la venta y a su mundo desconocido que se traslucía en él, tenía los ojos delineados y el pelo negro con mechitas azules al final, tenía unos pechos pequeños, casi imperceptibles y unos dedos alargados y finos, la mire por un buen rato hasta que se dio cuenta y me respondió mirándome a los ojos, penetrando hasta el más oscuro de mis demonios, por alguna razón los hombres somos unos imbéciles en eso de miradas disimuladas, lo comprendí cuando tenía unos 15 años y simplemente dejó de importarme. Nos bajamos donde mismo, en aquel paradero frio y solitario alrededor de las 10 de la noche. Estaba por partir mi camino a pie cuando me tomo la muñeca evitando mis pasos hacia una lejanía misteriosa para ella, me saludo con debida educación que supone un encuentro furtivo, me dio su nombre y nada más. Francisca era un universo misterioso que me retuvo por unos minutos, me pregunto si podía quedarme a conversar un rato, no pude negarme, porque la curiosidad de estas cosas que no ocurren, me tenía atrapado entre ese barro de sorprendente misterio llamado francisca. Me conto que no confiaba en nadie y que en definitiva era mejor confiar en alguien que no conoce que en su mundo basura, así que la escuche con calma. En el instante en que terminaba de hablarme de su madre, con lágrimas en los ojos, me beso, con los labios fríos me beso, y no puedo olvidar esa sensación de sorpresa y cariño que se puede tener con los universos desconocidos que uno tiene en ciertos momento frente a los ojos. Me tomo la mano que yo tenía apoyada en el banquito de fierro que tienen los paraderos, la mano estaba fría, pero expulsaba un calorcito mágico que no podría haber notado de no haber sido porque separo sus labios de los míos. Se disculpó mirando el suelo y yo sin balancear en mi decisión, solté una carcajada suave y lo más amorosa que daban mis nervios en ese momento, le tome el rostro y le seque las lágrimas con los dedos, como si su dolor se quedara impregnado en mis huellas dactilares. Conversamos y nos reímos y estuvimos a punto de llorar muchas veces, todo eso en medio de la luz de un foco y el sonido intermitente de las micros que cruzaban por nuestro lugar sagrado. Nos tratamos como si fuéramos amores de la vida, y le dije que sería capaz de amarla hasta el fin de los tiempos si ella me dejaba, solamente se dignó a sonreír y a guardar silencio. Seguimos por unos minutos más, iluminados por un sol artificial cometiendo el único acto de amor misterioso que se nos podía ocurrir hasta ese momento, que era besarnos y acariciarnos con el amor de toda una vida, nos mirábamos el alma y sonreíamos como si no hubiese un final. No hubo motivo para que se fuera, podríamos haber estado eternidades en el frio paradero de micro, y no habría importado el tiempo ni la hora ni el lugar, pero con la primera micro que se detuvo simplemente se levando y emprendió el vuelo hacia un mundo que no conozco y que probablemente jamás conoceré. Luego de eso quede solo en la inmensidad de la noche, desnudo y con lágrimas en los ojos me levante, y camine hasta la eternidad del camino que llevaba a mi casa. No recuerdo mucho más del encuentro misterioso de hace unas horas, pero definitivamente el nombre francisca tomara un significado diferente en mi vida de ahora en adelante.

martes, 6 de agosto de 2013

Maniquí



Nuestras almas avanzan en caminos oscilantes, encontrándose una y otra vez sin poder vivir lejos mucho tiempo, son rutas furtivas y variantes que nos llevan entre vías aéreas y sendas incestuosas hasta llegar al punto casi medio donde nos encontramos y fumamos y hablamos y dormimos y pensamos y nos queremos. Andamos por calles que recorren los perdidos de amor y cruzamos ríos secos en busca de un algo más, un algo más que no existe y que somos nosotros que si existimos, pero eso no importa porque nos dejaremos de ver y nadie se dará cuenta, porque estamos solos en el mundo sin nadie más que nosotros, y nosotros no somos nada más que la propia compañía del otro, que camina y camina entre llanto y suspiros y miradas curiosas sobre las vitrinas en las que estoy parado, modelando un abrigo gris con pequeñas manchitas negras y tú al frente luciendo un vestidito rojo intenso fuera de temporada. Nos retiran una vez al mes para quitarnos el atuendo y cambiarlo por otro mejor, no nos podemos mover pero si nos miramos siempre como buscando el sueño o la vida misma entre el alambre del dedo que me falta y el hoyo que tienes en tu pierna, interminables pensamientos surgen de nuestros nudos mentales y casuales, en la distancia que hay entre mi abrigo gris con manchitas negras y tu vestido rojo intenso te he amado dos veces más que ayer.