escucho gritos empedernidos y rabiosos, sin sentido y sin cabeza, escucho la voz de Violeta, de mi amada Violeta Parra, escucho como corre la tinta de mi amigo Nicanor, que aviva la poesía con antipoesia, pierdo mi cabeza por sus voces, y sin dios vivo en mis virtudes ajenas, algún día se preguntaran quien es mi amante, y sin vacilar a mi pluma alzare, luego preguntaran en quien confío, mi cuaderno entonces se ahorcara.
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